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El homosexual como sujeto sexual descontrolado

27 enero, 2012

Hace un rato, mientras revisaba en Facebook las actualizaciones del día, me topé con una noticia del MHOL sobre la presunta violación a un menor dentro de un albergue del Inabif. Si bien estoy de acuerdo en que toda justificación de un abuso es deplorable y sumamente perversa, en el caso de los gays este tipo de discursos señala también una tarea pendiente. Varios meses atrás, me pregunté si los homosexuales éramos más promiscuos y la conclusión fue afirmativa.

Sé que muchos dirán, y con razón, que los heterosexuales y bisexuales (o, en general, los que se consideran ‘no homosexuales’) también lo son. Es cierto, no es algo exclusivo de los homosexuales. Sin embargo, como esa vez, quiero ir un poco más allá. Sigo creyendo que, en el caso de los homosexuales, es sumamente problemático tener una imagen social emparentada con la promiscuidad; por ejemplo, hasta hace poco, un requisito para donar sangre en un hospital era no ser homosexual (o, dicho más suavemente, no haber mantenido relaciones sexuales con otros hombres). El problema de mantener una imagen social negativa es que la comunidad LGTB (en la cual me incluyo) requiere una mejor carta de presentación para legitimar sus derechos y su visibilidad. En el siglo XIX, por ejemplo, cuando se desarrollaban y sistematizaban las patologías, la homosexualidad era descrita en términos de falta de control o simple impulsividad por el sexo. Por ello, desde al menos el siglo XIX, el homosexual es construido como un sujeto sexual impulsivo, incapaz de controlar su sexualidad. De ahí que no sorprenda que en estos años, cuando un homosexual es abusado, aparezcan estos discursos perversos que intentan legitimar una violación: el antecedente es esa imagen del homosexual, el sujeto sexual peligroso por excelencia. Estos, qué duda cabe, también están en relación con la supuesta peligrosidad que representa un homosexual frente a un niño (el peligro del abuso del menor o de que lo ‘convierta’ en homosexual).

Pero no quiero irme por la tangente. Quiero recordar ese caso que sucedió hace un par de años, se trata de un estilista homosexual que fue violado en una comisaría: hasta donde se supo, dos agentes le introdujeron por el ano la vara reglamentaria, lo que ocasionó una serie de trastornos fisiológicos en el recto. La justificación de los efectivos, qué sorpresa, fue que el estilista se lo había buscado, que de alguna manera él lo deseaba. A mí me resulta fuerte e injusto, y me cuesta creer una versión como esa, pero al mismo tiempo pienso en los condicionamientos discursivos de una sociedad tan homofóbica como la peruana.

Muchos tontos útiles creen que cuando salen a cacarear en sus Marchas del Orgullo, especialmente vestidos de putas y bataclanas, se vuelven ‘visibles’ ante una sociedad que los margina y los oculta. Nada más absurdo: el gay como sujeto sexual que no puede contenerse (un desesperado por sexo, como en el caso del Padre Maritín frente y su ‘marido’ en El Especial del Humor) está presente en todos los medios, a veces incluso en el horario familiar, a la hora del almuerzo. Es falso que esa imagen de homosexual sea ocultada; por el contrario, existe todo el tiempo, funciona desde los medios masivos para condicionar una visión negativa del homosexual. El mecanismo es claro: si el homosexual existe, tiene que ser así, una loca descontrolada y hambrienta de sexo, graciosa o peligrosa, patológica, absurda. Por ello, cuando un homosexual en la Marcha se presenta como un sujeto sexual con su indumentaria, no hace más que reafirmar el discurso homofóbico cotidiano, ese que precisamente nos margina a todos.

No quiero terminar este texto sin mencionarles una anécdota que me sucedió también el día de hoy, casi en paralelo cuando revisaba las declaraciones del presidente del MHOL en RPP. Hace unos días me creé una cuenta en una conocida página de contactos gay; mi perfil, que no tiene mucho de sexual, recibe algunos mensajes, como es normal con cualquier perfil. Sin embargo, el día de hoy, uno me llamó poderosamente la atención. Dice así:

 hola como estas? soy XXXXXXX de surco tengo 25 años soy pasivo varonil, aguantador, delgado, formado, buen culo, estrechito… estoy super arrecho deseando tu pinga en mi boca para sacarle la lecha hasta la ultima gota y que me rompas todito… no busco compromisos de por medio solo sexo… tienes msn?

Cuando me pasan estas cosas, me queda una sensación de encrucijada: por un lado, el presidente del MHOL dice, y con razón, que toda justificación de abuso es deplorable y perversa; por el otro, un chico gay como cualquier otro, sin conocer siquiera mi nombre, me ofrece sexo de la manera más fácil, como si me ofreciera más bien unas piezas de pollo de KFC. Lo más peligroso de hacer reclamos justos no es que no se atiendan esos reclamos, sino olvidar los problemas de casa. Si existen estas justificaciones perversas con respecto a los abusos, es porque la sociedad tiene esos discursos justificadores que nos disciplinan y condicionan. Entonces, como decía, lo peor no es que el abusador quede impune, sino que el bando de los abusados interiorice ese discurso justificador del abuso. Más claro: lo peor es que los homosexuales crean que, efectivamente, no son más que sujetos sexuales descontrolados y que, a la larga, un abuso contra ellos (nosotros) no es más que una consecuencia de ser homosexuales (sujetos sexuales sin control). Si algo queda claro para mí es que debe haber una actitud de resistencia: la sociedad puede decir que somos monstruos o degenerados sexuales, pero el reto está en demostrar que esas son falsedades.

Si les interesa el tema, también escribí sobre la publicidad sexual gay y una muy fuerte sobre el masoquismo en los homosexuales.

¿Para qué sirve la Marcha del Orgullo Gay?

5 julio, 2011

No sirve para absolutamente nada, salvo para marginarnos más. Es uno de esos eventos a los que hoy en día se va por moda y por comodidad, con los amigos heteros, porque es más chevere y cool “luchar” desfilando en un pasacalles colorido que exigiendo leyes; es decir, no teniendo una cultura política crítica ni desautorizando a los políticos que hacen leyes que nos perjudican. Claro, es más bacán y más fácil disfrazarte de bataclana e ir a marchar buscando el escandalete del día y la atención mediática (que le encanta mostrar lo payasos que pueden ser los gays, porque cuando hacen algo en serio no les prestan atención). Y eso que no me he referido a las personas que van a la Marcha a ligar o conseguir punto. Finalmente, ¿eso somos los gays, verdad? Cuerpos que reciben y dan pinga, o payasos ‘anormalitos’ que hacen reír a los ‘normales’. Yo me rehúso a creer eso. Un dato curioso: entre los conocidos y amigos que tengo en la universidad, son más los heterosexuales que van a marchar en apoyo a sus amigos gays que los mismos gays (al menos en mi círculo inmediato). Tener amigos gays y mostrarte tolerante se pone de moda. Le pregunté a un alumno la otra vez: “¿Por qué vas a marchar?”. Y el me respondió: “No sé, todos mis amigos van”. Esto, por supuesto, marca un antes y un después: la Marcha ya no impresiona a nadie, es una payasada totalmente inofensiva.

Pensémoslo un momento. ¿En realidad dicha Marcha se enfrenta realmente a algo? ¿Cambia algo? ¿Tiene un objetivo productivo? Yo me paso media vida pensando en qué ayuda esa marcha, cómo puede ser una posición de lucha. Es más, mis conclusiones son totalmente opuestas: la Marcha sirve para que los homosexuales sigamos siendo “los otros”, “los raros”, “los que no encajamos”. Me quiero referir a este texto argentino que circula en Facebook, titulado “Cinco razones para ir a la Marcha del Orgullo (o involucrarse de nuestros derechos)”. Así que vayamos en orden, desarmemos esos argumentos débiles que tantos cacarean sin cuestionar.

 No somos ni mejores ni peores que nadie, pero todavía hay muchos/as que experimentan vergüenza por lo que son o por lo que sienten, porque hay otros/as que se empecinan en hacernos creer que debe ser así. Vivir con alegría y libertad nuestra identidad es el primer paso para una sociedad mejor que celebre las diversidades y consagre los derechos para todos y todas.

Entonces deberían empezar por no dispararse a los pies. Me pregunto si aquellos que critican las imitaciones de homosexuales que hacen humoristas como Carlos Álvarez, Jorge Benavides o Los Chistosos se preocupan por criticar también los estrambóticos atuendos y comportamientos de las personas que desfilan en la Marcha. ¿O sea, me quieren convencer que Paolín Linlín es menos digno de representarnos que alguno de estos personajes de la Marcha? Yo no sé cuál es la necesidad de hacer más visible un tipo de homosexual minoritario poblacionalmente que está presentado hasta en exceso en la televisión y la radio. Es decir, si ya tenemos bastantes homosexuales afeminados (e imitaciones de los mismos), ¿cómo haríamos visible algo que ya es súper visible (los sábados en la noche y a la hora del almuerzo, de lunes a viernes, por ejemplo)? Muchos creen que esas imitaciones son ofensivas y denigrantes, yo me cuestiono al mismo tiempo si la Tía Tula, con su repetitiva y asfixiante búsqueda de marido-macho-alfa, no es tan (o hasta más) ofensiva y denigrante. Lo digo más claro: para el ridículo, la payasada y la risa ya tenemos bastante con los programas cómicos y con las obras de teatro de poca calidad como para seguir presentándonos como payasos. La pregunta es la siguiente: ¿cómo alguien haciendo el ridículo puede mostrarse como una persona digna de respeto? No lo entiendo.

 No hay una marcha del orgullo heterosexual sencillamente porque no la necesitan. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos todo esta diseñado para los heterosexuales: el cine, la oficina, la escuela, el trabajo y la tele. Entonces, una marcha nos encuentra, nos identifica, nos permite mirarnos l@s un@s a l@s otr@s . Por eso no solo nos juntamos en boliches o con amigos, una vez al año copamos Plaza de Mayo para que vean que existimos y no tenemos por qué ser ciudadanos de segunda. 

O sea, ¿la marcha es el único punto de encuentro de los gays de la ciudad? Totalmente falso. Lo que decía: esta Marcha está propuesta para generar el ridículo de los espectadores. Desde el siglo XVI (por lo menos, desde el Siglo de Oro), los travestis y “maricones” solo generan risa. Es cierto que el mundo está diseñado de manera binaria (masculino y femenino), pero deberíamos preguntarnos si en realidad esta es una condición que hace nuestros días invivibles o definitivamente insoportables. De hecho, hay una serie de instancias en donde los gays se pueden desenvolver sin problemas y sin necesidad de un espacio especial. Veamos un ejemplo: un cajamarquino, por ser cajamarquino, ¿necesita una oficina diseñada para cajamarquinos? ¿No podría utilizar una oficina que sirva para cajamarquinos, ingleses, limeños o japoneses? ¿Hay razones para que dicha oficina tenga algo especial? De hecho, hay otra pregunta de fondo: ¿qué es lo que tiene de especial un cajamarquino (frente al inglés, el limeño o el japonés) que requiere de una oficina? Creo que podría haber una serie de variantes posibles de acuerdo con los gustos del cajamarquino, así como hay una serie de variantes según el gusto de los homosexuales, pues no somos todos iguales ni tenemos los mismos intereses. Así como hay discos, saunas y tours de viajes para gays, habrá todo lo que se desee en el futuro. Cada vez que hay un mercado atractivo, habrá alguien que ofrecerá un producto o servicio. Recuerden esa insólita noticia del lanzamiento de una cerveza para gays: ¿qué tiene de especial? ¿estrógenos?

 Más que buscar ser excepciones, creo que deberíamos buscar igualdad. Y eso es lucha política (lucha de verdad): reclamar derechos, cuestionar a los políticos, elegirlos bien, informar a los electores. Las débiles iniciativas del pseudo activismo gay peruano, montado sobre un grupo de ONGs, no pasan de actividades alegóricas, algunas insoportablemente estúpidas, nada realmente concreto en leyes, ordenanzas o iniciativas semejantes. Prueba de ello son las últimas elecciones: no hubo ninguna influencia, no hubo una organización que se plantara fuerte frente a los postulantes al Congreso, no se hizo nada.

Si buscamos respeto, debemos hacer política. Es lo único que sirve. Lo demás son payasadas que nos marginan más.

 ¿Ves? Seguimos pensando en ese “todo el mundo” porque existe un modelo impuesto y en torno a él giran los fundamentos de nuestra falta de reconocimiento de derechos, nuestro miedo al rechazo en el trabajo, en la escuela, en la familia, en la calle… por eso necesitamos contarlo, mostrarlo, no negarnos a nosotr@s mismos y ser much@s en esta Marcha… porque el tamaño sí importa! 

¿Y por qué nadie cuestiona el modelo impuesto de ser gay? ¿Acaso los travestis y otros personajes representan a la mayoría? En realidad, es una marcha para nada representativa, donde el circo predomina. Dudo que alguien con dos dedos de frente o con una pizca de autoestima se anime a desfilar al lado de estas personas, que solo se disparan a los pies, que actúan exactamente como los homofóbicos quieren que actúen. No sé a quién se le ocurrió la estúpida idea de que presentarse como bicho raro es una posición de lucha. ¿Acaso no se busca la igualdad? ¿Acaso no se trata de mostrar que puede haber armonía entre nosotros, que podemos compartir espacios comunes? En serio, no le veo lógica a esta marcha, salvo para deslegitimarse.

 Nos imponen pensar que lo que nos hace diferentes de los otr@s es obsceno, antinatural, peligroso o contagioso. Somos todos diferentes y en eso radica justamente nuestra riqueza como sociedad. ¿No hay otros que piensan que vos sos el/la raro/a? Somos distintos pero debemos ser iguales en nuestros derechos. Y eso vamos a decir en esta Marcha. 

Este encuentro lo hacemos entre todos y todas, cada uno con su identidad, formas y estilos, de eso se trata, de reflejar la diversidad, aun al interior de nuestra comunidad.

Los medios (no todos) siempre van a contar lo que quieran. ¡Tratemos que puedan mirar mas allá de los hermosos culos y tetas! Vayamos tod@s a contar nuestra historia, nuestros reclamos y nuestras propuestas y deseos. La comunicación es fundamental a la hora de pensar la estrategia para luchar por nuestros derechos. 

Cito: “¡Tratemos de que puedan mirar más allá de los hermosos culos y tetas?”. No sé a qué medio de comunicación se le ocurriría hacer una apología filosófica-ética sobre la Marcha. En realidad, no tendría sentido porque ni siquiera la tiene. Los medios buscan la información más simple, más fácil de digerir. En este caso, se trata de confirmar lo que espera la mayoría de los televidentes o radioescuchas: que los gays somos todos un ejército de loquitas escandalosas y ridículas, payasitos que no podemos ser serios para exigir algo realmente importante: igualdad de derechos. Pienso en el político gay Harvey Milk y su cambio de look para iniciar su carrera, ¿o es que acaso se travistió para que lo tomen en serio? No sé por qué se insiste en una estrategia tan contraproducente. Para los medios, como nos presentan, solo hay payasada y ridículo en los gays, ¿o acaso a algún medio se ha acordado que esa Marcha es para exigir derechos y dignidad? En realidad, no los culpo, la Marcha no tiene nada de transgresora, solo confirma los prejuicios que tienen los medios (y buena parte de los homofóbicos) sobre nosotros. Yo me pregunto, solo por curiosidad, las personas que desfilan semidesnudas, que se ponen tacones de plataforma y sus trajes multicolores, ¿se visten de la misma forma a diario? Digo, ¿no se trata de que desfilen como son?

Desde que vas a comprar a la verdulería hasta cuando elegís qué persona amar, estás haciendo política. Y sí, está bien, necesitamos involucrarnos, cada uno desde el lugar que quiera para que ese 100% que integramos tod@s pueda lograr el 100% de los derechos, la igualdad, la inclusión y la libertad.

Entonces haz lucha política de verdad y no payasadas que no solo son inútiles, sino que te marginan más, que te ponen como un raro o un extravagante incapaz de articularte con el resto de la sociedad, de exigir derechos, de meter presión. Nadie se anima a hablar del fracaso ante las iniciativas legales en el Congreso, nadie cuestiona las exageradas medidas de la alcaldesa Villarán. Nadie hace lucha política. Todo está bien, hagamos payasadas, ¿no?

Carcajadas aparte, sigo pensando como en mi post La feminización del homosexual y el monopolio de la masculinidad. Tengo que informarles, si no se han dado cuenta, que los gays afeminados (los que resaltan en la Marcha) están en todos los medios de comunicación, son sumamente populares (Carlota, las locas de Los Chistosos, Paolín Linlín, Kenyón, además de Carlos Cacho, Peter Ferrari, etc.). Y no me vengan con que esa visibilidad es producto de su Marcha. El travesti y el afeminado siempre han servido para dar risa, no cuestionan nada, sirven para complacer el gusto de los homofóbicos más impresentables. Los ingenuos que creen que cuando salen travestidos están luchando contra el sistema se equivocan, están complaciendo al sistema, se reducen a la risa, al circo, al único lugar no peligroso que la homofobia les deja a los gays.

Ante los reiterados fracasos de la lucha política de la dirigencia LGTB de este país, ¿qué queda? Cacarear que la marcha fue un éxito, que hubo más gente que antes, que todo está mejorando, etc. ¿Qué es lo que oculta ese cacareo? Que seguimos siendo ciudadanos de segunda categoría, cojuditos que prefieren salir a marchar vestidos de bataclanas antes que exigir derechos y leyes que nos protejan. Lo mismo de toda la vida, nada ha cambiado.

¿Por qué no puedo besarme frente a tu casa, Phillip Butters?

1 marzo, 2011

En el año 2004, en Suecia, el pastor evangélico Ake Green fue condenado a prisión por usar pasajes de la Biblia en contra del matrimonio homosexual, lo que fue considerado una práctica discriminatoria que fomentaba el odio contra los homosexuales. En 2008, en Canadá, Keith Francis William Noble fue condenado a prisión por promover el racismo y la homofobia desde Internet. El año pasado, en España, el Ministerio de Industria multó con 100 mil euros a la cadena televisiva Intereconomía por lanzar una propaganda que, frente al Día del Orgullo Gay, presentaba “364 días de orgullo de la gente normal y corriente”. Este año, en el Perú, un comentarista deportivo dijo que agarraría a patadas a cualquier pareja homosexual que osara besarse frente a él o a su sacrosanta familia. Ese comentarista deportivo, ya lo sabes, eres tú, Phillip Butters.

Antes de que este tipo lanzara semejantes declaraciones en la radio, siempre intentó ser polémico en la televisión, incluso extremo. Dijo disparate y medio para llamar la atención, amparándose en su derecho a la “libertad de expresión”. Quiso ser diferente, sobresalir en medio de muchos periodistas peruanos que, es cierto, son bastante mediocres y pacatos. Pero Butters no es la excepción. Si revisamos su defensa contra la censura de personajes televisivos discriminadores como el Negro Mama, veremos que no hay argumentos sólidos, salvo la inevitable frase de un provocador ignorante: “a mí me parece que…”.

En el caso que nos ocupa, es ilógico que en un país en donde las libertades sexuales están garantizadas por ley una persona pueda incitar (y reiterar) violencia contra los homosexuales, solo porque sí, y quedar impune. Pensemos un momento, démosle algo de crédito al comentarista deportivo. ¿Hay, en realidad, alguna razón (no prejuicio, excusa patológica o antojo) para que su violencia se justifique? En realidad, Butters solo se entiende a sí mismo. Debemos preguntarnos desde cuándo la voluntad arbitraria e irracional de un individuo puede imponerse sobre el colectivo de los derechos y garantías que nos pertenecen a todos (homosexuales, heterosexuales, negros, blancos, miraflorinos o puneños). ¿Puedo mañana golpear a una pareja de heterosexuales porque no quiero verlos besarse frente a mi casa (así porque sí)? ¿Qué tal si mañana empiezo a golpear a todas las chicas morenas que se pinten el pelo de rubio? Están contrariando la naturaleza y, simplemente, no me gusta verlas. ¿Es así como funciona la lógica Butters?

Lo más cobarde de Butters es que escuda su propia homofobia en su familia, sobre todo en sus hijas. Sería más valiente que diga que odia a los homosexuales, sin dar tanto rodeo. Y es que la idea de la protección de la familia del macho manutensor resulta ridícula en estos años. Si Butters creyera realmente que sus hijas se van a contaminar y/o traumar para siempre viendo a dos homosexuales besándose, ni siquiera las dejaría ir al colegio, mucho menos saldría a la calle con ellas. El ‘mal’ está en todas partes, Phillip. Si Butters realmente pretendiera alejar a sus hijas del ‘mal homosexual’, tendría que construirles una esfera de vidrios oscuros, tendría que alejarla de la radio, la televisión (hay homosexuales afeminados en programas para amas de casa a la hora del almuerzo, Phillip), la prensa escrita (por cierto, en todos los periódicos amarillistas hay calatas, hasta sexo explícito, como en El Chuculún), Internet (número uno en pornografía de todos los tipos), etc. No tienes salida, Phillip, tendrás que matarnos a todos y a los que vengan para que este mundo sea el mundo que tú quieres. Pero para que no vayas a la cárcel y, ahora sí, dejes a tus hijas sin papá, haz algo bien simple: no nos mires. Ya está. Mira para otro lado y dile a tus hijas que hagan lo mismo. No nos mires; si tanto te molesta, baja tu persiana o mira para otro lado. Cuando nos vean (porque nos van a ver tarde o temprano, no siempre vas a estar a su lado) ahí vas a probar lo buen padre que eres explicándoles que en todas las civilizaciones y en todas las épocas ha habido hombres y mujeres que tuvieron diferentes maneras de amar. Nadie se hace homosexual por ver a un homosexual. No debe darte terror, pues siempre hemos estado aquí, solo que hoy tenemos las leyes necesarias para que, si se te ocurre concretar tus deseos homofóbicos, te conviertas en un delincuente. Y eso que no estoy hablando del pésimo ejemplo para tus hijas (y ahora sí trauma) de verte pateando a dos mujeres o a dos hombres por darse besos. Sería curioso ver cómo a patadas, con violencia, tratarías de destruir las muestras de afecto de dos personas. Patearías y patearías tratando de callar algún trauma que boicotea tu inconsciente, pues no hay manera de explicar una fijación tan extrema por los homosexuales, salvo que sea un problema que está dentro de ti.

Pero sigamos con tus argumentos. Hablas de falta de respeto. ¿A quién? A tu esposa, dices. Pues muy simple: que también mire para otro lado. Si no quieres que te “falten al respeto”, tienes que mirar para otro lado. Es sencillo, ¿o es que en realidad quieren vernos? Imagínate tener que acercarte y golpear a dos homosexuales solo para que no los veas besándose. Es más fácil que mires para otro lado, requiere menos esfuerzo, salvo que haya un impulso patológico dentro de ti que te insta a mirarnos, a destruirnos a nosotros y también a alguna parte de ti. Y si hablamos de falta de respeto, empieza respetando la ley y respetando a las personas que son diferentes a ti. Enséñales a tus hijas a respetar la ley, a vivir en una sociedad democrática, no en la época de las cavernas que es donde te has quedado. Eso es ejemplo y eso es respeto, pues lamentablemente el mundo que tú quieres está cada vez más lejos de ser posible. Nosotros vamos a seguir ganando derechos y tu amenaza lo único que ha conseguido es iluminar la necesidad de más leyes para censurar a quienes no saben vivir en democracia, usando la verdadera libertad de expresión con responsabilidad, en una sociedad que deja la inoperancia y el dogma católico-evangélico.

Por eso les digo desde aquí a todos los activistas y no activistas, a los hombres y mujeres de todas las orientaciones, que esta lucha se debe ganar primero con leyes. No me voy a cansar de decirlo, como lo he dicho aquí y aquí.

Pongámoslo así. Mañana podría convocarse a una besada contra la homofobia frente a la casa de Butters y no sería un acto de provocación, sino la más democrática comprobación de que el presidente García dijo la verdad cuando aseguró que las libertades sexuales estaban garantizadas por ley en este país. La idea es comprobar si las leyes en este país se cumplen. Los promotores de las leyes contra los crímenes de odio estarían felices porque este antecedente les daría argumentos visibles de la necesidad de proteger a la comunidad homosexual. Butters tendría que patear a todas las parejas que estuvieron en la segunda versión de Besos contra la homofobia, pues estos mismos activistas tendrían que ser consecuentes con su eslogan de “no tengo pedirle permiso a nadie para besarme con mi pareja” (ni siquiera a Butters). El comentarista deportivo tendría que patearlos a todos, a menos que no sea tan machito como dice, y quién sabe, conseguiríamos meterlo preso o que pague muchas indemnizaciones. Además, no creo que después de eso Radio Capital o algún otro medio contrate a un delincuente. Ese claro, sería el camino consecuente de los activistas, solamente se los estoy recordando.

Yo pienso diferente. Lo que sigo opinando es que se necesitan más leyes, aprovechar el momento electoral para elegir mejor a nuestras autoridades mediante el poder del voto. Me parece que es el camino más largo y lento, pero el que realmente da frutos estables: leyes. Es tiempo de renovar a los dinosaurios que repiten las ideas creacionistas o que idolatran al Papa, es tiempo de demostrar que las leyes de este país están sobre cualquier fe caprichosa o sobre cualquier deseo patológico.

¡Butters, al frente de tu casa ya no es tu casa, es la vía pública!

Y si quieres una explicación legal, lee esto.

Amenazan con pintas homofóbicas al presidente del MHOL

25 febrero, 2011

Como si no fuera suficientemente hilarante el panorama homofóbico de este país, esta mañana la casa del presidente del MHOL, Jorge Chávez, apareció con pintas amenazantes (“Muerte a los gays”), aparentemente firmadas por un grupo neonazi denominado Vanguardia Nacional. Además, fue dejado un sobre negro con una carta y fotos sacadas del Facebook del activista, a modo de advertencia.

Este tipo de homofobia tan marcada, según los fragmentos de la carta que reprodujo el activista en su blog, describe a un grupo ultraconservador (“el orden natural del todopoderoso”), cerrado en sus teorías hilarantes de ocupación sionista (los judíos son la ‘causa’ de todos los males del mundo) y bastante desinformado (“antagonismo de lo natural”). Debemos preguntarnos qué origina tanta imbecilidad.

Un homofóbico es una persona que no ha resuelto su propia homosexualidad. Un neonazi es una persona que achaca sus propios fracasos a los judíos y a los grupos disidentes. Para un homofóbico la homosexualidad es un problema propio que no puede resolver (heterosexuales y homosexuales finalmente lo resuelven) y que le causa gran tormento e inseguridad. Afirmar el odio irracional contra los homosexuales, amparado en la fuerza del grupo, le da cierta seguridad en medio de tanto tormento. De esa manera, ya siendo un neonazi, construye una explicación precaria del mundo, en donde él es una víctima de las conspiraciones de grupos ‘decadentes’, generalmente minoritarios. La homosexualidad constituye la decadencia máxima, pues atenta contra la ‘sacrosanta’ familia tradicional (una mentira puesta al descubierto en post anteriores). También, a pesar de todo el tormento en el que se mueven estas personas, se miran a sí mismos como mártires o héroes de una causa superior, una causa fácilmente manipulable por un líder al que obedecen ciegamente (el culto al líder es una característica evidente desde Hitler hasta los grupos neonazis de la actualidad).

¿Qué nos queda claro? Que hay gran terror de parte de grupos ultraconservadores por el avance en la lucha política de las minorías sexuales, especialmente en este año electoral. Los neonazis son personas que no pueden soportar que el mundo cambie y se distancie de la rigidez de sus moldes doctrinarios. Son tan cerrados que esperan que el mundo se adapte a sus retrógradas interpretaciones y no que las interpretaciones expliquen los cambios inevitables del mundo. A pesar de todo lo malo, este es un mensaje claro de que la sociedad está cambiando rápidamente, al punto que el fracaso de los ideales dogmáticos de estos grupos es evidente. El mundo está cambiando y personas como estas solo pueden intentar medidas desesperadas para intentar amedrentar a personas que nunca han negado lo que son, como es el caso del activista Jorge Chávez.

Varias cosas me distancian de Jorge Chávez y el tipo de lucha del MHOL, pero en casos como estos hay que expresar nuestra solidaridad y nuestro respaldo. Como le sugerí hace unas horas, debe hacer la denuncia respectiva y, por si acaso, andar con cuidado, siempre acompañado, pues estos neonazis son de un accionar muy variado (desde masacrar travestis en mancha hasta volantear propaganda neonazi en las Marchas del Orgullo), pueden ser chiquillos jugando a ser ‘salvadores’ o fanáticos totales. No estaría de más contactarse con Carlos ‘Techito’ Bruce, también amenazado por Vanguardia Nacional, para que lo sucedido rebote en los medios y genere declaraciones de parte de los políticos.

El asco hacia el cuerpo transgénero

21 febrero, 2011

Para comenzar confieso que me gusta mucho la serie animada americana Family guy (traducido al español como Padre de familia u Hombre de familia), pues su humor absolutamente corrosivo, veloz y sin tregua me saca siempre muchísimas carcajadas. Varias veces he dicho que después de mirar el humor salvaje de Family guy, Los Simpson me parece una serie recatada y lenta. Lo mejor de todo es que nadie se salva de sus burlas. En Family guy han pasado un sinnúmero de políticos y actores famosos, de los cuales la serie se ha burlado hasta el cansancio (George W. Bush, Bill Clinton, Michael Moore, etc.), así como minorías y mayorías (conservadores, judíos, homosexuales, etc.). Precisamente el último eslogan de Family guy que he visto en el canal FX (116 para Movistar TV) apela a que a la hora de burlarse no discriminan a nadie. Es en este aspecto donde me interesa comentar uno de los más polémicos episodios de la serie, el titulado “El padre de Quagmire”.

Bien, primero, para los que no están familiarizados con la serie, haré un breve bosquejo del episodio.

Debemos saber que uno de los personajes de la serie es Glenn Quagmire, o simplemente Quagmire, un hombre conocido por su promiscuidad y su vida de mujeriego incorregible. El capítulo empieza cuando Glenn anuncia que su padre, el retirado capitán de corbeta de la Marina Dan Quagmire, vendrá a la ciudad para visitarlo. Glenn anuncia que Dan, su padre, ha sido la inspiración de su vida, por lo que los amigos de Glenn lo imaginan como un hombre mucho más mujeriego y promiscuo que su hijo Glenn. Lo cierto es que cuando Dan, el padre de Glenn, llega a la ciudad sus amigos se desconciertan, pues este señor les parece “muy gay”, lo cual Glenn no ha notado. Dan Quagmire termina confesándole a su hijo que es “una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre” y que se someterá a una operación de cambio de sexo. El resultado es un éxito y el padre de Glenn deja de ser Dan para convertirse en Ida, una exuberante mujer rubia. Después de esto, la relación padre-hijo se pone tensa, de modo que Ida prefiere irse al hotel Marriot. Por otro lado, Bryan, un perro que es el único personaje inteligente y sensato de toda la serie, ha estado ausente por un curso, de modo que regresa a la ciudad y decide ir al bar del hotel Marriot a tomarse unas copas. Es así como Bryan se encuentra con Ida, sin saber que es el padre de Quagmire que se ha sometido a la operación. Lo que sucede esa noche es que Bryan y Ida se gustan y terminan teniendo sexo. Al día siguiente Bryan se entera de que ha tenido sexo con el padre de Quagmire y vomita durante 30 segundos seguidos (el vómito más largo de la historia del cine y la televisión). Finalmente aparece Glenn muy enojado por lo sucedido, al punto que termina dándole una paliza a Bryan, quien cierra el programa con la frase “Me tiré a tu padre”.

Este capítulo ha recibido elogios y críticas, pues el día de su estreno en Estados Unidos el capítulo fue sintonizado por alrededor de 7,22 millones de televisores. Se ha elogiado el giro inesperado que representó el padre de Glenn (un homosexual y no un mujeriego), la valentía por abordar el tema de la transexualidad en la televisión y otros aspectos similares. A mi gusto, rescato la valentía por abordar el tema y llevarnos a territorio nuevo (situaciones nunca antes mostradas en televisión): la nueva y tensa relación entre un hijo y su padre operado, la cínica homosexualidad dentro de la Marina de Estados Unidos (en las escenas de la reunión de oficiales se describe muy bien este aspecto) y, definitivamente el más problemático, la condición de transexualidad y sus reacciones ante los otros personajes. Este es el aspecto más delicado que debemos diseccionar, como han señalado los críticos del capítulo.

No conozco transexuales o travestis; sin embargo, como he dicho aquí, no los odio ni los detesto, aunque creo que tenemos intereses muy diferentes. Dicho esto, a mí me parece que en este capítulo hay al menos dos graves excesos. El primero es la escena en la que Lois le pide a su hija que eche a la basura una bandeja con comida que les regala Ida. El segundo es la larga escena del vómito de Bryan y la frase final “Me tiré a tu padre”. Y digo que son graves porque a los guionistas de Family guy se les pasó la mano, en lugar de humorísticas estas escenas resultaron muy crueles e innecesarias. Creo que esta crueldad responde a un mecanismo de basurización o asquerosización del cuerpo del transgénero, “el factor asco”, la categoría que Rocío Silva Santisteban desarrolló a partir de testimonios en un libro de ese mismo nombre. En este caso, estamos frente a instancias en donde el transgénero se vuelve una especie de monstruo, cuyo cuerpo es percibido como “mutilado” (fíjense en la conversación entre Bryan y el bebé Stewie) y solo puede producir niveles de asco exacerbado. Claro que esto es suavizado con el de hecho de que Bryan siente gran atracción por Ida, al punto que terminan teniendo sexo; sin embargo, la doble cara de esta lógica es revelada por el asco posterior de su vómito.

Asco en la reacción de Lois (pedirle a su hija que tire a la basura la bandeja con comida que les trae Ida) y en el larguísimo vómito de Bryan, una excepción en una serie animada donde la velocidad es la clave de su efectividad. Asimismo, la frase “Me tiré a tu padre” resulta muy interesante debido a que revela un poder transgresor, uno que traspasa la frontera de un mandato que dice “no te tires a la mamá de tu amigo”, en este caso cambiada a “no te tires al papá de tu amigo” (cuyas implicancias, de acuerdo con el psicoanálisis, alcanzan la desestabilización total del mundo del hijo). Si bien Glenn golpea a Bryan brutalmente, hay algo que avergüenza a Glenn y que no hay manera de que pueda cambiarlo: Bryan se tiró a su padre. Esa vergüenza es también un exceso, pues es el recurso final de Bryan, un poder que trasciende a la golpiza que le propinó Glenn y configura a su padre como un objeto o cosa.

Sin duda es bueno que la televisión empiece a hablar, aunque tímidamente, de estos nuevos temas y estas nuevas relaciones interpersonales. Sin embargo, en la clave del humor siempre está el peligro de inocular relajadamente nuestros más grandes temores y prejuicios (y hasta podríamos reírnos de aquellos que atentan contra nosotros). Family guy es una serie excelente, lo prueba el riesgo de abordar temas problemáticos en clave de humor. Esperemos que estos crueles excesos no sigan opacando un proyecto tan interesante.

Pueden revisar la ficha completa del capítulo en Wikipedia.

Menos golpes y más leyes

16 febrero, 2011

El sábado 19 de febrero el MHOL convoca a “Besos contra la homofobia: la resistencia”, nuevamente en la Plaza Mayor, a las 5 p.m.; una especie de continuación (aunque más política) de la actividad que la tarde del 12 de febrero terminó con varios activistas golpeados de mano de policías. Más allá de que la primera parte de esta actividad se les salió de control a los organizadores (supongo que no se imaginaban semejante golpiza), lo importante para resaltar, luego de los acontecimientos, son los logros políticos de los dirigentes que han sabido tener presencia en los medios, tanto nacionales como internacionales, hacer las denuncias respectivas (comisaría, Inspectoría PNP, Defensoría del Pueblo, instancias internacionales, ONGs derechohumanistas) y sacar declaraciones favorables de parte de distintos políticos (Alan García, Susana Villarán, Carlos Bruce, Susel Paredes, Ronald Gamarra, Hernán Núñez, Javier Diez Canseco, Jorge Ramírez, etc.). Me parece estupendo que el activismo LGTB en este país evolucione del compedecimiento mutuo a la exigencia de los derechos ciudadanos, de las leyes que nos protegen.

Me pregunto, por ejemplo, qué pasaría si un grupo de heterosexuales, hombres y mujeres, se hubiera besado en las gradas de la Catedral. ¿Los policías habrían reaccionado de la misma manera? Como bien señalan algunos, ni siquiera en manifestaciones realmente provocadoras, como el lavado de la bandera, se había visto tanta brutalidad. Cipriani tiene mucho que ver, él nos adora. En la web de El Comercio hay un sinnúmero de fanáticos religiosos para quienes el problema ha sido la falta de respeto hacia los católicos en su templo; sin embargo, ese argumento no resiste el menor análisis. Para comenzar, los hechos no fueron dentro de la Catedral, sino en las afueras, en la vía pública; en segundo lugar, y como bien ha enfatizado Alan García, las libertades sexuales en este país están garantizadas por ley, de modo que si no creo en Cipriani y la religión que dice representar, no tengo por qué atenerme a sus dogmas, pues mis derechos ciudadanos prevalecen sobre cualquier disparate religioso (esto lo debieron tener bien claro los policías). Si tanto les jode a los católicos, que miren a otro lado o que se muden a Nigeria. Si temen porque sus niños van a ver “un espectáculo antinatural”, igual, miren a otro lado o métanlos en una burbuja que los aísle del mundo; si temen que los pequeñines se van a “malograr” o “convertir en homosexuales”, son unos padres pésimos e ignorantes. ¿Cómo diablos les van a explicar la sexualidad llegado el momento? ¿Cómo les van a explicar la procreación? ¿Con la historia de la gallinita? Francamente estúpido, al punto de la vergüenza ajena. Y un imbécil ejemplar es Philip Butters, con sus últimas opiniones (¿acaso no es alarmante que el conductor de un programa radial promueva la violencia?).

La indignación ante la violencia policial ha llegado incluso a medios de otros países (mientras que en el Perú muchos medios conservadores han tratado de silenciar lo sucedido). En otros países, como Francia, Estados Unidos o España, lo que sucedió es visto con bastante horror y preocupación, les recuerda lo mucho que tiene este país de tercermundista y lo mucho que todavía tenemos que luchar. Había turistas que el día de la golpiza condenaban las acciones de los policías y se llevaban una pésima impresión de Lima, la que se supone es la capital de un país en progreso. Un amigo canadiense me hizo un comentario muy gracioso, referente a la idea de república bananera que manejan los países del primer mundo sobre Latinoamérica: según él, con lo acontecido el sábado, el Perú se parece a Macondo, uno de los prototipos de pueblo sudamericano que construyó el escritor García Márquez en sus obras.

Es una buena noticia que la lucha se esté tornando más política. Por ejemplo, me parece positivo que esta mañana los dirigentes del MHOL se reunieran con las autoridades de la Policía Nacional, después de exigir el día de ayer la renuncia del ministro del Interior y del jefe de la VII DETERPROL (PNP), quienes prometieron una investigación a fondo, después que el MHOL identificara a 12 de los suboficiales que escondieron sus gafetes al agredir a los activistas el sábado. Y eso no es todo: que el lunes Susana Villarán amadrinara el matrimonio simbólico de las parejas homosexuales en el Parque Kennedy, tras haber promulgado una ordenanza municipal en contra de la discriminación sexual, además de un curso de derechos humanos para los serenos, es una noticia excelente. Sus medidas son a favor de darle justicia (balance) a un grupo desprotegido. Precisamente esto es lo que más resaltaría de lo acontecido: leyes, cosas concretas, no solo declaraciones de indignación en época electoral. Necesitamos más Susanas Villarán en la política, necesitamos muchas en el Congreso para lograr lo que nos proponemos.

Respeto a los que se van a ir al segundo “Besos contra la homofobia” (al que no voy a ir, por cierto). Sin embargo, debemos observar que, en buena cuenta, todo lo positivo que ha ocurrido tras la golpiza es un efecto de las ordenanzas de Villarán para protegernos (medidas concretas)  y de la acción política del MHOL. Pienso que lo que no debemos descuidar es precisamente la lucha política: incluso los que dicen que no necesitan pedir permiso para besarse (un lema simpático) están amparados en una ley que protege las libertades sexuales, pues si estuviéramos en Nigeria o en Irán la situación sería muy diferente. Son más medidas como estas (y su estricto cumplimiento) lo que nos hace falta. Y las leyes se consiguen por medio de los políticos a los que elegimos. Si tenemos más políticos de nuestro lado, será más fácil tener leyes que nos protejan y que reconozcan nuestros derechos.

Jorge Chávez, del MHOL, a pesar de lo crítico que fui en mi post anterior, lo difundió y defendió el activismo alegórico porque este no solo apela a la razón, sino también a los sentimientos. Respeto esa posición, pero en un contexto como este, cuando las elecciones están tan cerca, la urgencia es activismo político, de una vez por todas. El MHOL tiene alrededor de 28 años de activismo, pero sobre todo se trata de activismo alegórico, lo que ha originado que la situación no haya cambiado demasiado con respecto al reconocimiento de nuestros derechos. La enérgica respuesta que he visto desde la golpiza policial me obliga a retractarme cuando subestimé al MHOL como fuerza política, pero es ahora más que nunca cuando necesitamos que se concentren en comprarse el pleito político y no se desvíen. Estas elecciones son claves porque se habla del reconocimiento de nuestros derechos y conseguir leyes a nuestro favor es trascendental.

Algunos dicen (con razón) que en la vida cotidiana seguimos siendo discriminados, odiados, marginados. Y esto no va a cambiar mañana, ni el próximo año, sobre todo si no tenemos un salvavidas (leyes) sobre las que apoyarnos. Créanme que con una actividad tipo “Besos contra la homofobia” tampoco cambiarán mentalidades en la cotidianidad, quizás hasta las hagan más homofóbicas e intolerantes. Pero hay algo que trasciende de las creencias personales o de lo que cada quien considere moral o inmoral: la ley. Hay demasiada preocupación sobre cómo nos miran (si nos quieren, si nos odian) los que no son homosexuales y muy poca preocupación en construir nuestra protección legal con acción política. Precisamente la acción policial del sábado ha sido tan condenable y favorable hacia nuestros intereses porque no hay un razonamiento legal que sustente esa violencia, que está fuera de norma, fuera de ley.

Si quieren hacer activismo alegórico solo porque les preocupa cómo los miran o cuánto los quieren los otros, entonces habrán desperdiciado energías valiosas. Sin una ley que nos proteja los homofóbicos podrán seguir marginándonos y el Estado les dará la razón a los homofóbicos. Si quieren que un policía se lo piense muy bien antes de darles un varazo, si quieren tener la seguridad de que ante un acto discriminatorio el Estado se pondrá de su lado, entonces pensemos en hacer política y en conseguir leyes. Y no hay mejor momento para hacer política, para pensar muy bien qué nos conviene, que este escenario electoral. Si no reducimos el número de homofóbicos que entran al Congreso esta vez, será una derrota significativa, pues tendremos que esperar por los menos cinco años para pensar en que alguien reconocerá nuestros derechos, cuando este pujante y prometedor panorama se haya enfriado. Si lo reducimos, tendremos el poder para sembrar los cimientos de un país más democrático en el que, incluso si los homofóbicos no quieren, tendrán que respetar la ley que nos protege.

Les recomiendo bajar el Manual de derechos humanos aplicados a la función policial (y leer especialmente el capítulo IV, inciso B, numeral 6).

Les recomiendo visitar la web del MHOL.

Les recomiendo revisar mi propuesta de activismo político para estas elecciones.

Ser homosexual no es un delito

13 febrero, 2011

Si bien ya subestimaba la actividad “Besos contra la homofobia”, lo que ocurrió el día de ayer en la Plaza Mayor de Lima y alrededores sobrepasa cualquiera de mis expectativas. Si la intención era provocar violencia homofóbica, con varios golpes de por medio, los organizadores y concurrentes lo consiguieron. Pero dudo que esa haya sido la intención de una actividad pacífica, donde nadie se esperaba macanazos, sino hacer uso de un derecho constitucional. Me pregunto cuál fue la razón del ensañamiento, de los excesos; me pregunto quién movió a los peones policiales para que actuaran de esa manera contra los que se reunieron para llevar a cabo esta actividad pacífica. ¿Es delito que un homosexual se bese con su pareja en un espacio público? No soy abogado, pero trato de entender cuál fue la razón, en qué ley puede estar amparada la violencia policial de ayer. No encuentro la respuesta, salvo el puro abuso, la arbitrariedad. Me hace recordar a los años 70, en Estados Unidos, esa época en que la homosexualidad era fuertemente reprimida por considerársele un delito. En nuestro caso debemos preguntar por el estratega y no por los peones. ¿Quién ordenó esa violencia? ¿Bajo qué razón?

Habría que desmenuzar los hechos. Aunque no soy testigo presencial, me parece sumamente provocador que homosexuales se besen frente a la Catedral, especialmente si tenemos a la cabeza a un homofóbico como Cipriani. Me parecía una idea divertida y controvertida hasta esta mañana, que me enteré de lo ocurrido por los blogs LGTB; sin embargo, con la respuesta policial el humor deja de tener sentido. Es increíble que (prácticamente) ningún medio haya reportado lo ocurrido, a pesar de la gravedad de los hechos. En la práctica seguimos siendo ciudadanos de segunda categoría y el silencio es la peor arma que se puede aplicar contra nosotros. Hay alguien que tiene suficiente poder para silenciar lo ocurrido, alguien con poder político, una autoridad. No tengo dudas. Sigo recibiendo fotos y videos sobre lo ocurrido. Son contundentes, la opinión pública estaría de nuestro lado, pero nadie dice nada.


Para el Blog de Lima Gay se trató de un “bautizo de fuego”. Es posible, siempre y cuando todos los asistentes hubieran tenido claro que los iban a apalear; sin embargo, para mí es un bautizo en algo inútil. ¿Se trató de un bautizo «activista»? Empecemos desde el inicio. Es válida la pregunta: ¿Han conseguido algo con esta actividad? Yo quisiera saber qué. Quiero que quede claro que me solidarizo con las personas que fueron víctimas de estos excesos el día de ayer, pero también tengo mirar los problemas de casa: ¿qué se consigue con una actividad de este tipo? Hay demasiado activismo “alegórico”, una pérdida de energía, y muy poco activismo político, sobre todo en esta época electoral. He visto en los videos gays y lesbianas sumamente valientes, con una energía admirable que retaba las varas de los policías. Yo solo les sugiero que usen esa energía en actividades más efectivas, que aporten en la lucha, para que en unos años nadie pueda cuestionar que dos personas homosexuales o lesbianas se besen en un lugar público, lo que no pasa ahora. Primero necesitamos la ley, muchachos. Necesitamos leyes que nos protejan para que no nos peguen como a perros, en lugar de actuar como si ya tuviéramos esa protección. Creo que en ese sentido, el activismo político es más efectivo y se reciben menos golpes, por cierto. Tómenlo como sugerencia, esa admirable energía puede engendrar un activismo político poderoso que consolide una diferencia, sobre todo en esta época electoral.

Hace un par de días publiqué un bosquejo de estrategia para presionar a los políticos en estas elecciones. Casi todos los que lo leyeron dijeron “muy bonito”, “qué idea tan interesante”, pero nadie hizo nada realmente productivo. Nadie lo criticó, ni lo objetó, ni lo mejoró; tampoco nadie se puso en contacto para empezar a llevarlo a cabo. Jorge Chávez, de parte del MHOL, me dijo amablemente que estaban implementando una campaña llamada “Voto informado”, para señalar cuáles son los candidatos que están en contra del reconocimiento de nuestros derechos. También difundió mi post en su Facebook personal. Después le escribí por Facebook a Chrisstian Olivera, “director ejecutivo” del MHOL, pero no hubo respuesta, ni siquiera críticas. Solo silencio, ese silencio que nos aplasta una y otra vez, desde casa y desde fuera de casa.

Y ese silencio siguió en varios blogs y redes sociales gay, donde el último single de Lady Gaga fue más relevante que trabajar juntos en una estrategia política contundente a favor del reconocimiento de nuestros derechos. Aceptémoslo: la comunidad LGTB quiere seguir siendo víctima, quiere seguir recibiendo palazos, quiere seguir llenándose la boca con frases imbéciles, pero no quiere hacer un cambio, le hace falta huevos. Tal vez es cierto lo que leí una vez: el MHOL no tiene influencia en la comunidad LGTB, salvo para las actividades alegóricas como la Marcha del orgullo (porque ahí es más fácil conseguir un punto) o para ser contactado por los medios cuando matan a algún gay. Nada útil, siempre tarde. No puedo creer que un tipo como yo les pida que hagan activismo a los activistas, activismo político, activismo de verdad. Sería bueno que haya más que actividades sin sentido, en donde la gente va a recibir golpes gratis. Aunque esa es responsabilidad de los organizadores.

En momentos como estos, la definición de ‘homosexual’ como ‘cobarde’ parece tener sentido. Somos unos mariconazos totales, no podemos hacer nada significativo por nuestros derechos, salvo compadecernos entre nosotros, hacer rebotar las fotos en las que nos pegan y repetir frases imbéciles. Por pereza, por miedo, por indiferencia. Y no me vengan con eso de que  estamos en pañales: ¿cuántos años de activismo tenemos? Son más de cinco, más de diez, ¿y qué se ha conseguido con las patéticas marchas del orgullo peruanas y las otras actividades alegóricas, malos remedos de lo que se hace en países donde el contexto es sumamente diferente? ¿Qué se ha conseguido con estas actividades alegóricas?

De ahí, claro, cada vez que matan a un homosexual, salen los voceros a decir que somos unas víctimas totales, pobrecitos de nosotros los gays, que ¡ay! la sociedad me desprecia y que ¡ay! los crímenes de odio. ¿Y qué tipo de activismo de mierda hacen ustedes para contrarrestarlo?  ¿Por qué no cambian de una vez su masoquismo vicioso? No somos víctimas, ¡no lo somos! Tenemos el poder del voto y el poder del consumo, el poder de remover de sus cargos a los malnacidos que ordenaron la violencia de la tarde de ayer y el poder para quebrar los negocios de los homofóbicos. Pónganse las pilas, hagan circular un comunicado de prensa, exijan un pronunciamiento de parte de los candidatos presidenciales. ¡Firmas por votos! Ustedes se definen como activistas y han decidido estar al frente, entonces hagan eso significativo. Este es un momento importante para nosotros. Hablen con Bruce, con Villarán, necesitamos que los políticos se pronuncien, que esto se sepa. La lucha es política, no hay otra manera.

A los que fueron golpeados les sugiero que no se queden callados. Sé que hicieron una denuncia en la comisaría, que avisaron a la Fiscalía. Eso está muy bien, no dejen que los callen. Vayan a la Defensoría del Pueblo y a Inspectoría de la Policía, a los medios, pidan pronunciamientos de parte de los políticos. En este momento necesitan un abogado que los asesore para que esto no quede impune. Necesitamos demostrar que no nos vamos a quedar a llorar en casa, necesitamos hacer saber que estamos molestos y que esta acción va a tener consecuencias. Acción política, activismo de verdad. Hagamos algo, algo de lo que podamos estar satisfechos mañana para poder besarnos en donde se nos dé la gana al tener una ley que nos proteja.

Las imágenes son de Blog de Lima Gay, pueden verlas aquí.

En la web de El Comercio hay una nota sobre lo ocurrido. Pueden leerla aquí.

Nuestra contraofensiva electoral

11 febrero, 2011

El martes 8 de febrero los congresistas peruanos archivaron los proyectos de ley sobre la unión civil y patrimonio compartido entre personas del mismo sexo, según veo, por una interpretación legal sumamente antojadiza, más religiosa que científica. Sin duda esto constituye un duro golpe conservador a los avances de la lucha por el reconocimiento de nuestros derechos; pero bien, una vez asumido el golpe, ¿nos vamos a quedar de brazos cruzados, inmóviles, patéticamente quietos? ¡De ninguna manera! Tenemos que contrarrestarlo presionando a los candidatos presidenciales y congresales, hacerlos sentir que somos un sector electoral importante, que si nos ningunean o nos niegan los derechos perderán un considerable número de votos. Debemos dejarles claro que el estereotipo de loca de escandalete farandulero no representa a la mayoría de nosotros y que somos más, muchos más de los que ellos se imaginan. Es el momento de hacer una maniobra política que sea tajante y que sirva de precedente para el resto de la vida electoral de este país. Podemos hacerlo, por primera vez tenemos fuerza y presencia en la agenda política de los candidatos presidenciales, en los medios y en la sociedad en general. Si el golpe conservador ocurrido en el Congreso fue duro, nuestra respuesta debe ser diez veces más dura y drástica. ¡Démonos cuenta! Tenemos el gran poder del voto, el poder del que dependen los candidatos que se están postulando, el poder que hace la diferencia entre quién es elegido presidente y quién no, entre quién es elegido congresista y quién no. Somos ciudadanos con el poder del voto y vamos elegir quién nos representa y quién no. Y no solo eso, podemos convencer a nuestros familiares y amigos para que no voten por gente retrógrada.

En este momento, instituciones como el MHOL deben convocar a toda la comunidad LGTB para responder en bloque, con toda la fuerza posible. Podría ser convocando a una conferencia de prensa y anunciando la respuesta del caso, un apoyo en votos hacia los candidatos que apoyen nuestra lucha. Nadie dijo que conseguirlo sería fácil y prueba de ello es lo que acaba de ocurrir en el Congreso, pero no debemos desperdiciar la oportunidad en la que tantos políticos están de acuerdo en reconocer nuestros derechos. Debemos mantener nuestra presencia en los medios, inundarlos, estar ahí. Pensémoslo bien. Nosotros vendemos noticia, somos noticia, siempre somos atractivos para la prensa. Usemos ese poder también. Es hora de empezar a plantear estrategias para hacer la diferencia en esta campaña electoral y comprometer a las futuras autoridades en las promesas que hicieron con respecto al reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales.

En el blog Con una mirada gay se hizo una propuesta que no puede ser más oportuna: hacer firmar a los candidatos que estén a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo, incluyendo igualdad con respecto a bienes gananciales, patrimonio compartido, herencia, seguridad social, pensiones, acceso a créditos conjuntos, toma de decisiones sobre la salud del compañero(a) en caso de emergencia, visitas para el compañero(a) en el hospital o la cárcel, etc. Como es evidente, no estamos promoviendo el “matrimonio gay” (que incluiría, por ejemplo, la tan temida adopción de niños), no promovemos eso, que quede claro, sino igualar gran parte de las condiciones de vida con respecto a una pareja heterosexual; es decir, algo más parecido a la unión civil. Se trata de un compromiso de honor que cada candidato que esté a favor deberá firmar a cambio de nuestros votos. En este caso, propongo que el MHOL y otras instituciones afines, a nombre de la comunidad LGTB, se comprometan a darles su respaldo. ¿Y en qué consiste ese respaldo? El MHOL y todas las organizaciones afines deben informar a la comunidad sobre estos candidatos favorables al reconocimiento de nuestros derechos, de nuestra causa. Deben informarnos de quiénes son los candidatos ’gayfriendly’ para que nosotros y nuestros familiares y amigos votemos por ellos en esta elección, pues mientras más congresistas tengamos de nuestro lado más fácil será alcanzar el reconocimiento. En el caso de los candidatos que no estén interesados en firmar y comprometerse a impulsar estas medidas, el MHOL y las organizaciones informarán de cuáles son estos candidatos, de modo que de ninguna manera votemos por ellos. Nosotros podemos hacer la diferencia entre un candidato elegido y uno no elegido, vamos a demostrarlo en esta elección. Firmas por votos, esto es lo que debemos exigir.

Para comenzar, los congresistas que se pronunciaron en contra de los proyectos de ley que fueron archivados y que se estén postulando en esta nueva elección, perdieron nuestro voto automáticamente. Quiero la lista de esos congresistas para publicarla, vamos a hacerla rebotar en todos los blogs, redes sociales, chats y páginas gay. Esos congresistas que nos perjudicaron deben volverse inelegibles para la comunidad LGTB. Tachémoslos totalmente. Que voten por esos conservadores Cipriani  y sus secuaces del Opus Dei. Respondamos con algo concreto: nos perjudicaron oponiéndose a nuestra ley, entonces pierden para siempre nuestros votos y los de nuestros familiares y amigos.

Los bloggers y los administradores de páginas web debemos hacer rebotar en nuestros lectores esta estrategia contra los políticos conservadores. Informemos, hagamos esto en conjunto, les prometo que dará resultados. Somos una fuerza más grande de la que se imaginan algunos ingenuos, por lo cual no debe ser subestimada. Olvidémonos del activismo alegórico-circense y concentrémonos en el activismo político. La elección está a un par de meses, suficiente tiempo para que esta estrategia funcione y seamos una fuerza que los políticos tendrán que respetar. Dejémonos de victimizarnos y encaminémonos en hacer esta lucha efectiva, que puede ser histórica y cambiar para siempre el escenario político. Todos estamos aquí y el reconocimiento de derechos está muy cerca, ahora debemos presionar.

Esa es la estrategia en conjunto que propongo. Pero esto no funciona con una sola persona. Necesito que sea enriquecida y mejorada por ustedes, que todos los que puedan aportar desde algún campo profesional (publicidad, periodismo, derecho, sociología, etc.) o no profesional lo hagan. Y como primer paso, enviémosles cartas a todos los candidatos a la presidencia y al Congreso (más abajo ajunto la lista de todos los candidatos por Lima), adjuntando un compromiso de honor de ambas partes, tanto del político como de la comunidad LGTB, representada por el MHOL. Si el compromiso es devuelto firmado, les daremos nuestro voto; de lo contrario, les será negado y ninguneado por toda la comunidad LGTB y nuestros familiares y amigos. Les aseguro que habrá muchísimas respuestas y desde todos los partidos.

Bajar lista de Candidatos al Congreso por Lima 2011

Sobre los penes grandes

7 febrero, 2011

Recuerdo que en un curso de Psicología, ya hace unos años, el profesor nos dijo que si queríamos tomarle el pulso a las fantasías más privadas de la sociedad contemporánea debíamos ver mucha pornografía. Un consejo muy heterodoxo, aunque habría que precisar que se trata de ver pornografía, pero con cierto ojo crítico, haciéndose las siguientes preguntas: “¿cómo es el deseo que busca satisfacer esta película?”, “¿cómo y qué debo desear según esta película?”.

Pornografía hay para todos los gustos, pero de las últimas cosas que he visto me ha llamado poderosamente la atención la página It’s Gonna Hurt (“Esto va a doler” o simplemente “Dolerá”). Para empezar, este es un tipo de pornografía sumamente original, más cerca del estilo reality-porn (como BaitBus.com, de la que escribí hace un par de semanas). It’s Gonna Hurt trata de las aventuras sexuales de Castro, un actor porno con un pene gigantesco que va por las calles buscando gays pasivos a los cuales follar sin compasión. Claro que este detalle, el pene gigantesco, es la clave evidente para entender una de las fantasías más comunes entre todos los homosexuales. Aquí varios activos pueden saltar y decirme que a ellos no les importan los penes grandes, pues solo son activos. Tranquilos, suponiendo que nunca hayan sido penetrados (ni por curiosidad) y que nunca se hayan imaginado ser penetrados, lo cierto es que incluso los activos, en nuestra instancia más íntima, pensamos en penes grandes: deseamos ser pingones.

¿Pero qué implica un pene grande? Básicamente un placer que está emparentado con el dolor, una especie de “dolor rico” (“dolerá”, “esto va a doler”). Creo que en el caso de la página porno en mención el asunto se vuelve más interesante porque llega al límite: el actor porno Castro es tan, pero tan pingón que la fantasía del placer proporcionado por la pinga grande puede colapsar; en otras palabras, puede volver esa experiencia sexual como puro dolor sin nada de placer (y esto lo podemos apreciar con varias de sus “víctimas” que, ya no tan envalentonadas, gritan o gimen de dolor ante la herramienta de Castro cuando son penetrados). Es interesante que entre toda la filmografía porno, que suele vender la idea de que el placer y el dolor están totalmente bajo control, aparezca este tipo de porno que amenaza con romper con el control, debido a la desproporción que implica la pinga de Castro.

Entonces ya podemos ir identificando una dinámica muy interesante, una dinámica sadomasoquista que está en el interior de nuestras subjetividades homosexuales, y no solo en cuestión de sexo, sino también en cuestiones de relaciones de pareja. Para que haya un sádico es necesario que haya un masoquista; es decir, alguien que tenga un falo “poderoso” con el que pueda someter, y otro alguien que desee ese falo “poderoso” que lo someta. La pregunta aquí sería: ¿los homosexuales nos dividimos básicamente en sádicos y masoquistas? Es una pregunta que queda abierta, pero que sirve para profundizar y ver hasta dónde nos puede llevar. Pensemos en buena parte del Queer Cinema (las llamadas “películas de temática gay”): melodramas moquíferos, donde los gays sufren y sufren hasta que llega el patético y repentino final feliz; discursos de victimización en todos los niveles, siempre perpetrados por una sociedad que ha robado la felicidad al homosexual; etc.

Hace un par de semanas alguien me dijo en un comentario que yo exageraba en mi hipótesis sobre el masoquismo a partir de mi lectura de una historia de CinesPorno.tk (el post se llama “¿Todo homosexual adora a un fascista?”). Pero es que todo está conectado: la pinga grande que hace doler está ligada a buscar un tipo de pareja dañina una y otra vez (en una relación sentimental), o está ligado a entenderse siempre como la víctima pobrecita que nada puede hacer para cambiar su situación, o está ligado a buscar sexo con cualquier desconocido, en el antro más peligroso y de la peor manera, o está ligado a tirar sin protección, exponiéndose a infecciones y otras enfermedades de transmisión sexual, o, peor aún, está ligado a considerar que un homosexual “no tuvo la culpa” de nacer homosexual (como me dijeron en un foro de GaysPeruanos hace unos pocos días).

La pinga gigantesca es sinónimo del castigo y del dolor, del maltrato al cuerpo, de no merecer algo diferente. Muchos defenderán su derecho al placer basado en el masoquismo o el sadismo, pero deberán entender que el placer también es una construcción cultural, que está producida desde algún mandato social (en este caso, que los homosexuales solo merecemos dolor o maltrato). Los chats, en los que también me meto a mirar el pulso cotidiano, están llenos de masoquistas (“estrechos” que buscan “pingones”, “selladitos” que desean ser “reventados” o “rotos”) y de sádicos (“aventajados”, “mandingos”, “ametralladoras”, “taladros” de “23 cm”, etc.). No hace falta ser muy perspicaz para detectar cuáles son las fantasías de los homosexuales, en cada chat y en cada red social están muy bien reflejados. Hagan el intento de mirar con ojo crítico la próxima vez que estén ahí, no pierden nada.

Una vez más, la pornografía, en su afán de complacer nuestros deseos, nos ha mostrado una de las fantasías más comunes entre los homosexuales e, incluso, nos ha permitido relacionarla con una dinámica sadomasoquista en todos los niveles. Aquí alguno me preguntará si ser sádico o masoquista está bien o mal. Lo que yo creo, y es algo muy personal, es que todos tenemos algo de sádicos y algo de masoquistas; sin embargo, creo que habrá que estar atento al momento en que esas dinámicas se vuelvan contraproducentes o nocivas. Eso dependerá de lo que cada uno quiera para su vida. Hemos empezado con buen pie al identificarlas. Es algo.

El mito de la familia tradicional

31 enero, 2011

En los últimos días se invoca a la “familia tradicional” debido al terror que produce, en algunas mentes conservadoras, la idea de la unión civil entre personas del mismo sexo. Esto se debe a que la unión civil es vista como el primer paso para la adopción que se lograría, posteriormente, con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo que voy a decirles en este post no cancela el debate sobre la adopción, pero sí destruye uno de los argumentos más fuertes que utilizan los que se oponen a la adopción: la familia tradicional.

La familia tradicional (compuesta por padre, madre e hijos) es una idea fundamental para religiones como la católica, que creen que esta combinación fue establecida por dios o, peor aun, por la naturaleza. A los que tuvimos la mala suerte de estudiar en colegios católicos nos han hecho creer que este tipo de familia es el modelo; es decir, no solo el tipo mayoritario de familia, sino también el correcto, pues suponía el funcionamiento sano del orden social. En ambos casos, se trata de mentiras.

En Estados Unidos, donde el mito de la familia tradicional (o familia americana) alcanza adhesiones demagógicamente impresionantes, hay políticos que han sabido utilizar esta mentira para lograr sus objetivos. George W. Bush, durante la campaña electoral para su reelección, se proclamó como un representante de la “familia americana”, la cual, de acuerdo con él, sostenía el orden social de su país. Lo cierto es que la familia americana como mayoría abrumadora (o paradigma) siempre ha sido un mito. Recuerdo uno de los episodios de Penn & Teller: Bullshit!, dedicado específicamente a este tema, en el cual una historiadora y una socióloga especializadas en Estudios de la Familia afirmaban que, estadísticamente, la familia tradicional siempre bordeó más o menos el 50% del total de las familias americanas (con una tendencia a la baja en las últimas décadas). Por lo tanto, el gran paradigma de la familia tradicional, en Estados Unidos, es un mito muy arraigado, una ficción tan eficientemente construida que, si no fuera por la estadística, seguiría sonando extraña.

¿Qué hay del Perú?

En Limpias y modernas: género, higiene y cultura en la Lima del novecientos (1999), el minucioso estudio sobre el rol ordenador de los médicos y las mujeres de Lima en el siglo XIX, María Emma Mannarelli hace referencia a los porcentajes de los hijos dentro y fuera del matrimonio, entendiendo a los primeros como parte de familias tradicionales y a los segundos como parte de familias no tradicionales. El resultado, que ya escandalizaba a los curas y las autoridades de la época, es incluso mayor que en Estados Unidos: las familias no tradicionales alcanzan unos puntos sobre el 50%, que en algunos momentos llega a 60%. Si esa era la cifra en la capital, imaginemos cuánto se dispararían los resultados en provincia, donde la institucionalidad era menor. De hecho, era una preocupación pública la baja tasa de matrimonios, pues prejuiciosamente suponía un país enfermo, débil, etc. Con todo esto, podemos decir que en este país, desde que se empezó a llamar “Perú”, las familias tradicionales nunca fueron la mayoría. Y esto desencadena una serie de cuestionamientos a las ideas conservadoras que, para variar, hoy vuelven a salir a la luz.

Pero antes de ello, veamos a qué nos referimos con familias no tradicionales. En realidad, es simple, solo hay que negar el mito: madres o padres solteros, huérfanos en instituciones, padres con hijos adoptados, hijos criados por otros familiares (abuelos, tíos, hermanos) y, más recientemente, familias con dos padres o con dos madres. Como podemos notar desde el principio, siempre ha habido niños que no han crecido en hogares “ideales” (con papá y mamá); sin embargo, para sorpresa de los conservadores, no vemos variables en la salud o la conducta de estas personas: ni más locos, ni más delincuentes, ni más desadaptados. Ni más ni menos infelices si los comparamos con las familias tradicionales. ¿Acaso la sociedad se fue al diablo cuando las familias tradicionales dejaron de ser la mayoría (si es que en algún momento realmente lo fueron)? Obviamente el mundo no se acabó. Lo vergonzoso es el estigma que muchos conservadores proyectaron y proyectan aún sobre los hijos de familias no tradicionales. Un ejemplo pequeño: pienso en todos esos colegios católicos en los que, inclusive hoy, no aceptan a hijos de padres divorciados o a los hijos de padres que no tienen certificado de matrimonio religioso, como si eso los hiciera mejores personas o los dotara de mayores capacidades como estudiantes. Sencillamente ridículo y prejuicioso.

Ahora bien, a pesar de todo, estos hijos estigmatizados por provenir de familias no tradicionales no han sufrido trastornos emocionales generacionales; al contrario, rápidamente han demostrado ser tan o más capaces y aptos que sus pares. La sociedad se ha adaptado. Hace unos 40 años un hijo de padres divorciados era mal visto en su colegio. Hoy en día, es lo más común del mundo. Fue similar con los huérfanos de uno o dos padres, pues en nuestros días nadie se jala de los pelos por algo así. Esto lo digo porque he leído, incluso en blogs de gays, que si se diera la adopción de niños, esto les produciría un terrible “daño emocional”. Es un argumento sumamente limitado, pues, si nos damos cuenta, toda combinación diferente a la de la familia tradicional tiene un estigma. Ahora bien, ¿se acabó el mundo? Primero eran estigmatizados los hijos huérfanos, luego los hijos de madres solteras, después los hijos de padres divorciados. Tocará que sean los hijos de parejas homosexuales, pero no será el fin del mundo; no habrá un choque emocional que los inhabilite como personas o los vuelva desadaptados. De hecho, los resultados en los países donde se aprobó la adopción descarta la tan temida desadaptación o el “daño emocional”. Creo que no es la presencia de los elementos los que aseguran la felicidad de un hijo; quizá esto es lo más interesante que podemos aprender al comparar a los hijos de las familias tradicionales y las no tradicionales.

¿Una familia tradicional asegura la felicidad de un hijo? Definitivamente no asegura la felicidad, pero tampoco la infelicidad. Muchos hijos de las familias procreadoras son abandonados o maltratados, así como otros también son bien cuidados y tratados. En el caso de las familias no tradicionales, los resultados no varían con respecto a las familias tradicionales. En muchas familias tradicionales hay hijos no deseados que son percibidos por sus padres como motivo de su frustración. La pregunta es evidente: ¿acaso la naturaleza (la procreación) ha asegurado la felicidad de los hijos? Una vez más, personas como el cardenal Cipriani repiten frases inverosímiles.

Con todo esto podemos desenmascarar a los autoproclamados portavoces del orden social, aquellos que se basan en un “dios” (que habla de acuerdo con sus deseos) y en el mito de la familia tradicional, que es solo eso, un mito que ha representado injusticia y marginación. El mundo no se ha terminado ni ha habido una debacle social por la existencia de familias no tradicionales, pues las tradicionales nunca han supuesto en cantidad un margen superior. Aquellos que quieren tener un solo modelo y negar la diversidad (una práctica fascista, por cierto) se aferran a sus mentiras, a pesar de que se caen por pedazos. Las sociedades cambian y las familias no tienen una fórmula que asegure la felicidad o la infelicidad. Es hora de hablar claro y sacarnos la venda de los ojos, de dejarnos de mentiras y de enfrentar con argumentos a aquellos que sostienen discursos falsos y nocivos para una sociedad que necesita aprender a respetar la diversidad.

A modo de provocación, les dejo el episodio de Penn & Teller: Bullshit! titulado “Valores familiares”. Aunque no siempre estoy de acuerdo con la postura de este programa, en este caso resulta sumamente ilustrativo y gracioso hacer un repaso por la idea de “familia americana”. Lamentablemente, no conseguí una versión en español. Clic en la imagen para ver el video.

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-La imagen de la familia tradicional fue sacada de
http://catolicoygay.blogspot.com/2010/10/apoyo-la-familia-tradicional.html
-La imagen de la familia no tradicional fue sacada de
http://enriquetorremolina.wordpress.com/2009/11/02/caleidoscopio-jurisdiccion-eclesiastica-ii/

¿Dios odia a los homosexuales?

26 enero, 2011

Cuando era alumno de Estudios Generales Letras en la Católica uno de los cursos requisito era Fe y cultura actual. Me sentí muy mal al enterarme de esta noticia, pues soy agnóstico desde los 12 años, y odiaba tener que llevar un curso de Teología por obligación. Encima había estudiado en un colegio religioso, así que desde el principio detesté la idea de llevar ese curso (para colmo, dictado por un cura). Lo interesante es que en el camino descubrí que una posición auténticamente cristiana no tiene nada que ver con los disparates intolerantes que suele decir Cipriani en los medios o que viejitos intolerantes como Lay repiten. Ese semestre, para mi total sorpresa, el cura que me enseñó (sociólogo, español y liberacionista, por cierto) me hizo entender que el cristianismo no tiene nada que ver con las charlatanerías y prejuicios que repiten sectores conservadores como el Opus Dei. Ese semestre entendí que no todos los sectores religiosos sostienen argumentos tan estúpidos como los de Cipriani. Y también entendí que ser cristiano no es ir a comerse hostias en la misa, ni persignarse por cualquier disparate, ni pensar que los males del mundo se resuelven rezando. Recuerdo unos ejemplos que nos ponía el padre Andrés (a quien nunca llamé “padre”, sino “profesor”). Por ejemplo, una señora puede confesarse todas las semanas, ir a misa todos los domingos y comulgar, saberse todas las oraciones, rezar todos los días, pero si en su casa maltrata a su hijo o a su empleada doméstica no es cristiana. Así de drástico. Otro ejemplo más duro es Pinochet, quien para muchos chilenos “católicos” y sobre todo para los curas opusdeístas que apoyaron su golpe contra Allende, era un cristiano ejemplar: comulgaba todos los domingos. Eso bastaba, en la lógica de estas personas, para ser cristiano. La pregunta está en saber quién le daba la hostia cada domingo a un genocida que tenía por costumbre aniquilar estadios llenos de gente. Eso, por supuesto, es una hipocresía que poco o nada tiene que ver con el legado cristiano. Andrés solía decir que su dios no podía ser el mismo dios de Pinochet.

¿Pero qué es un cristiano? En términos simples, alguien que imita a Cristo (o Jesús) en su quehacer diario, en su obra, cada día, y adaptando el mensaje a los tiempos actuales. Hay, por cierto, una serie de interpretaciones sobre su vida. Los más intolerantes son los idiotas que se ciñen a la Biblia para repetir al pie de la letra lo que dice, esos que no entienden que un libro de hace veinte siglos (escrito por personas determinadas por una cultura y un tiempo diferente al nuestro) debe ser interpretado por un especialista con un conocimiento importante de lenguas muertas (griego, arameo, sánscrito, etc.), de geografía e historia antigua (hay un sinnúmero de errores históricos y geográficos en la Biblia que solo un especialista puede notar), de filología (para todo aquello que se pierde o que es inexacto de la traducción de una lengua a otra), de teología (por las ideas teológicas que expone la Biblia, de un tiempo determinado) y un largo etcétera. En conclusión, cualquier hijo de vecino malinformado e ignorante, como tantos “cristianos” que creen entender un libro lejísimos en tiempo y en idiosincrasia, no puede decirnos nada realmente útil sobre la Biblia, salvo paporretear los disparates que le ha dicho algún pastor casi tan desinformado e ignorante como la gente que reclutan estas cuasi religiones. Para ilustrarlo, es como pedirle a un ingeniero civil que haga una edición crítica de una obra de Shakespeare.

Pongamos un ejemplo: la misoginia. En la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento, hay un desprecio sumamente notorio por las mujeres. Siempre son la última rueda del coche, las que no pintan para nada, las que pueden ser despreciadas, violentadas, asesinadas y un largo etcétera. De ellas, las putas son lo peor, la escala más baja. De igual manera, los niños son vistos como estorbos, como personas aún incompletas e inútiles. Lo mismo pasa con los pobres y los enfermos, ¿quién no se acuerda de los leprosos? Esa es la sociedad en la que Jesús aparece y lo interesante de su mensaje es que se enfrenta a ese orden social. El mensaje de Jesús no es “vamos a rezar por la paz y el amor del mundo” y ya. Tampoco es golpearse el pecho, “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”. Jesús lucha pacífica y frontalmente contra esa sociedad corrompida, se pone del lado de los marginales, de los olvidados, de los últimos de la fila. Pero no les dice “sufre, sufre, cuando mueras tendrás tu recompensa”. Jesús se propone cambiar el mundo de acá. Se junta con las mujeres (hasta con las putas) y les dice que lo sigan, les dice a los niños que se acerquen porque de ellos es el reino de Dios (algo que horrorizó a las autoridades religiosas de su tiempo), les dice a los pobres que no deben pagar los impuestos a los romanos (que en su época tenían una serie de intermediarios, lo que los hacía impagables), cura a los leprosos, etc. El relato de su vida es sumamente fascinante porque lo que hace es subvertir el orden establecido, con acciones concretas. Su obra es ir en contra de los grandes maestros de la ley (judíos como él, y expertos en una interpretación limitada del Antiguo Testamento). Jesús no teme ir en contra del poder de las autoridades de su religión, a las que ve corrompidas. Se enfrenta a esa sociedad no con la violencia, sino con el ejemplo, el respeto a la vida y la palabra (sus famosas parábolas).

Es precisamente la desestabilización del orden lo que preocupa a las autoridades. Si recuerdan la historia, son las autoridades judías (más que las romanas) las que están preocupadas por deshacerse de él. Es peligroso, los marginados lo siguen, le hacen caso. La idea no es que “Jesús vino a morir para salvar a los pecadores del mundo”, esa es una fallida interpretación de san Anselmo. La idea es que Jesús hizo algo considerado peligroso para las autoridades de su época (se compró el pleito de los marginados) y fueron esas acciones las que provocaron que las autoridades judías busquen la manera de eliminarlo.

He hecho un largo recuento a partir de mis recuerdos de las estimulantes clases del padre Andrés, quien si por alguna casualidad de la vida llega a leer este post pido que perdone los errores o las generalizaciones que se me puedan haber pasado, las cuales son de mi entera responsabilidad. Decía que hice un largo recuento para responder a la pregunta inicial: ¿Dios odia a los homosexuales? Yo diría que depende del dios que quieras tener, pues ya les mencioné que Pinochet tenía un dios a su medida, dizque cristiano, que lo premiaba con la hostia cada semana, después de matar estadios llenos de gente, entre otras cosas que nada tienen que ver con las acciones de Jesús.

Si yo creyera en un dios, creería en el dios cristiano que se puso del lado de los más débiles, de los marginados, de aquellos que no tenían voz. Recuerdo, entre tantas otras cosas que, en una de esas clases de Fe y cultura actual, los alumnos quedamos en silencio después que el padre Andrés nos hizo pensar en cómo se podía ser cristiano hoy en día. Por supuesto que no es ser cristiano simplemente meterse a misa o comerse hostias, ni persignarse, ni rezar antes de dormir. Recuerdo que nos preguntó cómo podíamos seguir el ejemplo de Cristo hoy en día y estuvimos en silencio unos instantes. “Estar del lado de los marginados”, dijo alguien, y de inmediato el profesor repreguntó: “¿Y quiénes son los marginados de hoy?”. Bueno, estaban los pobres y las putas (como siempre), los huérfanos y, para mi gran sorpresa, el padre mencionó a los homosexuales. Todos los alumnos nos quedamos impresionados, pues este argumento iba en contra de las usuales declaraciones de curas como Cipriani (o de los curas de mi colegio). Es decir, ser cristiano en estos días, entre otras cosas, significa ser solidario con los homosexuales, comprarse el pleito de estos marginados, defender sus derechos, la igualdad y el respeto que buscamos de parte de la sociedad.

Sería muy simplón decir que todos los curas y los católicos son homofóbicos (y pederastas). No manejo estadísticas, tampoco se trata de hacer una. Pero mientras existan los que no crean en la cháchara conservadora de siempre, no se podrá generalizar. Cipriani no es toda la Iglesia, incluso diría que Cipriani no es cristiano, como lo ha demostrado en toda su vida pública. Si algo aprendí del cristianismo en esas clases es que Jesús se peleó contra el sistema, pero de una manera no violenta. Con ideas, con acciones, con una intención clara de cambiar el mundo, este mundo. Su compromiso fue con los aplastados y apestados del sistema, no con los hipócritas maestros de la ley, llenos de lujos y ambiciones personales.  A Cipriani y a Bambarén les diría que es el colmo que un homosexual agnóstico como yo les esté recordando cuál es el mensaje cristiano, ese compromiso con los más débiles y oprimidos que pasan por alto.

Carta abierta a Mónica Delta

24 enero, 2011

Señora Mónica Delta, el día de ayer me quedé sorprendido ante el populachero disparate que presentó en su programa Sin medias tintas, una secuencia que me hizo pensar que Ud. no es una periodista informada. Hablo de la secuencia llamada “El pulso de la calle”, que en este caso, de acuerdo con Ud., surgió porque trataba de saber si la gente de a pie la interesa el tema de las uniones civiles entre personas del mismo sexo.

Considero que la secuencia que presentó es terriblemente tendenciosa por lo siguiente:

Si Ud. le pregunta a una señora heterosexual, sin mayor educación o información acerca de la homosexualidad, con problemas de seguridad y pobreza en la zona en la que vive, ¿qué espera? ¿Cree que le va a decir “sí, claro, las uniones civiles entre personas del mismo sexo son más importantes que llevarme comida a la boca o que vivir en una zona más segura”? Hay que ser por lo menos necio para lanzar una secuencia tan sesgada y pensar que nadie se va a dar cuenta de la trampa. Ahora bien, si Ud. le hubiera preguntado solamente a homosexuales (a quienes obviamente el tema sí nos interesa, y es a nosotros es a quien debió preguntar), la “estadística” del “pulso de la calle” habría sido muy distinta. Depende, en efecto, de la calle en la que pregunte. De todas maneras, me siento alegre de que un par de personas hayan tenido el coraje de decir en televisión que estaban de acuerdo con las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Les agradezco esa respuesta porque son capaces de pensar más allá de sí mismos y de su propio bienestar. Eso, dicen, es la base de una nación.

No hay que ser muy brillante para detectar sus preguntas con las respuestas dentro de ellas. Tampoco es difícil notar la desinformación de las personas entrevistadas a partir de sus respuestas. De hecho, es grosero que en un país que es laico Ud. le dé cabida a argumentos fuera de lugar como los del tipo “dios creó solo al hombre y a la mujer”, pues estos solo les deben importar a las personas creyentes en sus ámbitos religiosos y no al aparato estatal ni a la ciudadanía como tal. Hay que saber diferenciar las creencias (que cada quien es libre de tener) de las leyes y la racionalidad que las sustenta. Dogma y razón son maneras muy diferentes de conocer y las sociedades que se consideran modernas solamente se construyen sobre lo segundo.

Argumentos desinformados que detecto en sus entrevistados

“Debe haber sexo entre hombre y mujer, y no entre hombre y hombre, y mujer con mujer”.

Lo que está señora opina es irrelevante. Así como podría existir alguien que prefiera que todos usemos el pelo de color rojo o las uñas largas, así también hay gente que preferiría que no existan los homosexuales. Pero existimos, estamos en todos lados, en todos los estratos, somos de todas las razas, varoniles, afeminados, etc. Existimos, estamos aquí, desde siempre y para siempre.

“Hay muchos más puntos importantes, sobre todo la educación, la seguridad y la salud…”

Hay una actitud polarizada cuando pregunta, su estrategia es poner en dos extremos las propuestas: en primer lugar, la propuesta aparentemente superficial, irrelevante, es que los homosexuales se quieren casar; mientras que en segundo lugar están los temas supuestamente “importantes”, la seguridad, la pobreza, la corrupción. Lo tendencioso está en polarizar dos propuestas que no tienen por qué excluirse entre sí, pues todo puede estar en un mismo paquete, como varios candidatos están ofreciendo. Y sobre los temas “importantes”, señora Delta, para Ud. y para muchos heterosexuales que tienen el derecho habitual de casarse ese tema seguramente les parece secundario, menor y hasta anecdótico, pero para nosotros los homosexuales es un tema importante porque es el primer paso de nuestro empoderamiento como ciudadanos plenos, para generar respeto y comunicación con una sociedad desinformada y prejuiciosa. Me parece que utiliza a un sector de la población desinformada como títeres, para hacerla hablar por Ud. acerca de posiciones prejuiciosas.

Otra pregunta que me hago es la siguiente. ¿Debo consultarle a la “gente de a pie”, Sra. Delta, por el reconocimiento de un derecho que me pertenece y que me ha sido negado? Para serle sincero, no le estoy pidiendo un favor ni una limosna. Yo no quiero que me regalen nada. Yo exijo un derecho que me pertenece constitucionalmente, quiero que sea reconocido con plenitud para que pueda ser también un ciudadano pleno. No quiero que me regalen una medida excepcional, estoy exigiendo ser reconocido por aquello que me ha otorgado la constitución del país en que nací. Igualdad. Y no necesito pedirle permiso a Ud., señora Delta, ni a las señoras de San Juan de Lurigancho, ni al cardenal, algo que ya es mío. Repito: no pido nada extraordinario, no quiero favorcitos ni dádivas. Exijo algo que me pertenece y que no se me ha reconocido. Ese es el punto.

Seguramente dirán que la sociedad “no está preparada”, la mentira de toda la vida. En realidad siempre habrá alguien que dirá eso, “que la sociedad no está preparada”, “que es el momento de hablar de cosas importantes”, “que hay otras prioridades”. De una vez le aclaro que no me he propuesto hacer méritos para que su bondad me otorgue un deseo. No tengo que demostrarle nada a la sociedad. Vuelvo a decir que es mi derecho y que estoy exigiendo que se reconozca algo que ya es mío y que se me ha negado. No es que la sociedad tenga que estar preparada. No, no se equivoque. El día que un hombre y una mujer tuvieron el derecho de unirse por voluntad de ambos, ese mismo día los homosexuales debimos tener el mismo derecho. Esa es la igualdad ante la ley. Así que a todos los que crean que “la sociedad” debe darnos su venia, los corrijo: este no es un tema de referéndum, es un tema de lesa humanidad, de ciudadanía verdadera.

El potencial subversivo del consolador

24 enero, 2011

En los últimos años el consolador (o dildo) ha generado una considerable aceptación de personas de todas las orientaciones (no solamente de las mujeres y de los homosexuales, como usualmente se cree, sino también de los hombres interesados en brindar a sus parejas un placer diferente), al punto que no es raro que hoy en día se hable de una revolución con respecto al goce femenino e incluso homosexual.

Vamos por partes. La pregunta es evidente: ¿por qué el dildo o consolador habría de generar un gran cambio o revolución? Bien, para comenzar, muchos historiadores encuentran evidencia de instrumentos similares a los dildos hasta hace 30 mil años, de modo que podríamos descartar de plano que el dildo o consolador sea algo nuevo en la historia de la humanidad o de la sexualidad. Sin embargo, lo que yo rescataría de esto es la sofisticación de estos instrumentos, al punto que pueden brindar placeres mucho más intensos y duraderos a los que son capaces de producir naturalmente los genitales masculinos.

Por primera vez podemos notar que la sofisticación en la fabricación de los dildos amenaza la supremacía del falo o pene del heterosexual (en el caso de las mujeres) o del homosexual activo (en el caso de los homosexuales pasivos). Es decir, si una mujer o un gay pasivo tienen la posibilidad de brindarse placer explorando su propio cuerpo mediante un dildo, la supremacía otorgada históricamente al genital masculino estaría amenazada. Y esto por muchas razones: un dildo nunca se pone flácido, hay dildos de todos los tamaños y grosores, hay dildos que pueden brindar sensaciones inéditas y hasta imposibles de alcanzar por cualquier pene (pensemos en los vibradores, por ejemplo). Y hay más: aquel que usa el dildo puede utilizarlo con el ritmo, la profundidad y la fuerza que desee, durante el tiempo que le plazca, sin depender de una pareja.

Esto para las mujeres representa una revolución potencial, porque ellas se están dando cuenta que su propio goce es importante y no depende de la voluntad de un hombre. Hace 50 años una mujer tenía prohibido gozar, su cuerpo y su vagina eran casi un instrumento del placer del hombre, al punto que de este dependía su propio placer. Hoy en día las mujeres son mucho más exigentes con respecto a sus amantes: desean obtener de sus parejas ternura, un buen orgasmo o un pene bien erecto, de acuerdo con sus gustos. Y los hombres hoy en día enfocan gran parte del discurso de la satisfacción sexual según cuanto hacen gozar a la mujer con la que tienen sexo. Podemos decirlo de otro modo: la supremacía natural del falo como instrumento de placer femenino se ve amenazado por el dildo, un instrumento artificial que nunca se cansa, que siempre está disponible, que siempre está erecto, que tiene variedad de texturas, formas y tamaños, y que incluso no transmite ninguna infección de transmisión sexual.

En el caso de los homosexuales, y hablando como homosexual activo, pienso en las implicancias que tendría en mis parejas o compañeros ocasionales. Cuando pienso en un dildo, pienso que compito con un instrumento de látex con muchas ventajas sobre las propiedades naturales de mi falo. Y me hace ser más considerado con respecto al placer de la persona con la que tengo sexo (y lo mismo ocurre con los hombres respecto del placer de las mujeres), de modo que prefiero enfatizar otros aspectos en un encuentro sexual, como los juegos previos y posteriores, las caricias, los besos, las palabras que se dicen, todo aquello que un dildo no puede hacer, más relacionado con lo que la mente puede construir frente a una repetición mecánica. Un dildo puede estar siempre duro (incluso más duro que mi propio pene), pero yo puedo dar ternura, besos, caricias, que complementan en buena cuenta del placer que puede alcanzarse en una relación sexual. Esos activos que se consideran la última Coca-Cola del desierto por tener un pene grande o erecciones de larga duración deben entender que eso no es lo único importante en un encuentro sexual de los tiempos actuales. Hay otros elementos de un encuentro sexual que no deben ser descuidados, de lo contrario su supremacía puede ser subvertida rápidamente.

Quizá muchos hombres u homosexuales activos se sientan amenazados frente a los dildos y sus ventajas. La verdad es que la revolución en potencia de estos instrumentos cada día más sofisticados depende de aquellos que son penetrados, aquellos que finalmente pueden reconocer qué es aquello que les produce más placer, aquellos que finalmente eligen. Esto no es una advertencia apocalíptica, sino una especie de llamado para ser mejores amantes (y mejores personas); es decir, más considerados con respecto al placer del otro y, cómo no, más imaginativos. No vaya a ser que los pasivos (o las mujeres) nos cambien por un pedazo de látex.

Uniformes y sotanas

19 noviembre, 2010

¿Alguna vez se han puesto a pensar en cuáles son las instituciones más virulentamente homofóbicas? La respuesta no es tan difícil: la Iglesia y las fuerzas policiales y militares.

En el caso de las fuerzas policiales y militares el homosexual es concebido como una especie de afeminado vicioso y débil que corrompe el ideal de macho alfa que ellos dicen representar. Sin embargo, si nos ponemos a pensarlo un poco, ¿dónde se origina esta idea? No me estoy refiriendo, por cierto, al creciente número de efectivos homosexuales o bisexuales que se mueven dentro de chats y redes sociales. Sabemos muy bien que un uniforme, un matrimonio, una vocación eclesiástica o la mera paternidad no son sinónimo de heterosexualidad. Una vez más debemos fijarnos en el discurso y desarmarlo: ¿por qué enuncian este discurso las instituciones castrenses, policiales y eclesiásticas?

¿Cuáles han sido tradicionalmente los espacios aislados en donde han convivido hombres todo el tiempo sin mujeres alrededor? ¿Quiénes han comido, dormido, divertido y, en general, convivido todo el tiempo entre hombres? Ya tenemos la respuesta: los policías, los militares y los curas. ¿Esto tiene alguna relevancia? Claro que sí, sabemos muy bien que una convivencia exclusiva entre hombres genera una dinámica homoerótica: una tendencia a mirar con nuevos ojos el cuerpo masculino, ya no como aquello que se debe rechazar, en especial cuando el deseo sexual apremia.

Un amigo que hizo su residentado médico (serum) en una base militar en la sierra central me contó unas anécdotas. Una de las cosas que me contó, al ser el médico del lugar, era la severa vigilancia de los oficiales en la admisión de nuevos soldados. Según mi amigo, cualquier “sospechoso” de homosexualidad debía ser revisado por el médico. Seamos más concretos: uno de estos oficiales, dentro de su ignorancia, creía que mediante una inspección médica podía detectar quién era homosexual (pasivo). La pregunta es cómo podía detectar a los que podían hacer de activos y, sobre todo, por qué tanto control para una institución de hombres que no tienen, por esencia, inclinaciones homosexuales; es decir, que son “machos” heterosexuales y que siempre lo serán. En medio de la risa, le hice esa pregunta a mi amigo. Su respuesta fue directa: “Porque si se les escapa uno, adentro empiezan a cachárselo”. Y es por esta misma razón (que los soldados empezaran a cacharse entre sí) que los oficiales de la base implementaron el servicio de las “charlis”. Las charlis son prostitutas que atienden a toda la tropa por una módica suma que es descontada de la propina de los soldados. Ojo, esto es opcional.

Con los curas el asunto es muy similar. Conozco a algunos patas que antes de ser gays pasaron o quisieron pasar por el seminario. En las redes sociales hay muchos, encaletados, claro. A mis ojos no es algo incorrecto que un cura sea homosexual, pero de acuerdo con el discurso institucional de la Iglesia (Juan Luis Cipriani, por ejemplo) la homosexualidad es casi una abominación.

¿A qué llego con todo esto? Pues a una conclusión muy simple. La intensa e irracional homofobia de las instituciones militares y policiales, al igual que la postura oficial de la Iglesia, se debe a un temor por algo que está en casa, dentro de esas instituciones, no afuera. Los militares, policías y curas no son los opuestos absolutos de los homosexuales; por el contrario, la forma en que viven (encerrados, sin mujeres, conviviendo todo el tiempo, expuestos a situaciones homoeróticas, etc.) propician una tendencia homosexual más intensa que en cualquier otro ámbito (que en cualquier otra institución).  Vamos a decirlo más claro: las instituciones que más detestan a los homosexuales son las generan más condiciones propicias para situaciones homosexuales entre sus miembros.

¿Homosexualidad en el reino animal?

15 noviembre, 2010

Un amigo me envió este video o esta serie de videos hace unos días. Mírenlo(s). Si desean leer mis comentarios, están debajo.

Más allá de los argumentos «científicos» del documental, lo primero que me llama la atención es la manera en que se mira (o se enfoca) a los animales. ¿Han reparado en la manera en que los autores han culturizado (humanizado) a los animales? Las imágenes seleccionadas para el documental son elocuentes, pues son imágenes que sospechosamente se parecen a las del comportamiento de una pareja humana («caricias», «ternura», contacto físico previo a la copulación, la idea de «estar juntos para toda la vida», eso nos dice el narrador del video… parecen escenas de alguna película cursi, pero en formato animal). Es como pensar que un mono tiene conciencia de que aplaude cuando choca sus manos entre sí, o de que ríe cuando mueve la mandíbula y pela los dientes. Digámoslo de una vez por todas: los actos animales no están cargados de cultura como los humanos. Los animales ni siquiera se preguntan qué están haciendo, obedecen instintivamente a un propósito adaptativo. La manera en que nosotros los miramos, y en este documental es evidente, es lo que determina su humanización.

La terminología usada es lo más gracioso: violentos, tiernos, afectuosos, crueles, etc. Huamnización pura de seres vivos que no tienen conciencia de ser «tiernos» o «violentos», pues se trata tan solo de una estrategia para conseguir calmar el instinto.

¿Significa que los animales no tienen comportamiento homosexual?

Seguramente pueden copular animales del mismo sexo, pero me parece que se debe más a un proceso adaptativo. Tengo una anécdota que es poco fuerte, pero ilustra el asunto. Yo tenía un perro, Rufo III, que como no tenía una perra a la cual pisar empezaba a sobar su pene contra casi cualquier cosa (incluida mi pierna). El punto es que Rufo III encontró un escobillón viejo en un depósito que «no lo rechazó», y empezó a frotarse y frotarse como un «febril amante», una etapa en la cual se quedó tranquilo. Cada vez que tenía ganas se iba a oler el escobillón viejo, como «afanándolo», y «tiernamente» lo ponía entre sus piernas traseras y lo hacía chocar con su pene, «violándolo». Conseguía eyacular sin problemas. Cuando la familia lo notó, decidimos echar cuanto escobillón viejo quedara en la casa, de modo que Rufo III se quedó sin su «compañera para toda la vida». Al término de unas semanas, Rufo III no pudo soportar estar sin su escobillón amante, dejó de comer, hizo un «cuadro depresivo» severo y no hubo psiquiatra que lo cure. Se dejó morir.

Bueno, disculpen la ironía, pero francamente estos videos son intragables. ¿O qué? ¿Me van a decir que genéticamente los perros nacen con ganas de tirar escobillones viejos? ¿O es que se «enamoran» de escobillones?