Archive for enero 2012

«Matacabros» de José Fernández del Río: algunas intuiciones acerca de la homofobia

31 enero, 2012

Hace un tiempo una amiga me sugirió ver el cortometraje Matacabros, dirigido por José Fernández del Río y basado en un relato homónimo del escritor peruano Sergio Galarza. Si bien no he leído el relato, el corto me da suficientes elementos para plantear unas intuiciones sobre las dinámicas de la violencia homofóbica que existen y mutan en el imaginario de este país. Es recomendable que vean el cortometraje (aunque más parece mediometraje) que dura unos 25 minutos. La violencia no es tan explícita como podría sugerir el título (los que hemos visto las películas de Gaspar Noé ya estamos vacunados contra estas escenas) y, debido a que se trata de un trabajo universitario, hay algunas taras que en realidad no constituyen grandes problemas para un espectador promedio.

Lo primero que es fácilmente identificable en el corto es la división entre unos personajes que serán los principales y otros que serán secundarios en la historia. Si bien la violencia homofóbica está exacerbada (solo hay que reparar en los diálogos entre los cuatro personajes homofóbicos), Kurt (Marcello Rivera) y Polo (César Chirinos) van a ser los ejes de la lectura que se propone aquí. Me interesa especialmente la construcción de la identidad de Kurt: religioso (la escena de mortificación personal, aunque algo antojadiza, me hizo recordar a ciertos rituales del Opus Dei), abusado sexualmente (el descubrimiento final, la tara más grande de la película a mi gusto, surge como explicación en el pasado) y especialmente violento (repárese en la escena final como un remedo de alguna escena de Irreversible). Por otro lado, Polo es también un personaje interesante: aunque secretamente siente deseo sexual hacia los homosexuales, sublima ese deseo mediante la violencia, intenta machacar a golpes aquello que más bien existe dentro de sí.

Tal como explica Zizek a partir de su experiencia como soldado, en el discurso militar-policial y en el eclesiástico católico existe una homofobia tan marcada precisamente porque se trata de negar con violencia aquello que está dentro del grupo que lanza ese discurso, tal como lo dije en un post anterior. En resumidas cuentas, al igual que el discurso militar-policial y el eclesiástico católico, en esta película ambos personajes intentan negar y eliminar lo que no está afuera, sino dentro de sí mismos. Si en el discurso militar-policial oficial y en el eclesiástico católico esta homofobia virulenta se debe a que dentro de sus instituciones conviven hombres las veinticuatro horas del día, encerrados y lejos de las mujeres, en el corto sucede casi de la misma manera: un grupo de hombres demostrando su masculinidad (típica conducta competitiva) y ridiculizando la feminidad de sus víctimas (es interesante que no aparezcan mujeres en el corto). Hasta ese punto funcionan Kurt y Polo como las dos caras de la misma moneda. El deseo sexual de Polo hacia los homosexuales se desata cuando no es observado ni censurado por el grupo, salvo cuando aparece Kurt que representa el extremo de la violencia homofóbica, el lado censor. Esto podría funcionar incluso como una especie de metáfora de buena parte de las prácticas homosexuales: en la oscuridad e insalubridad del baño de un antro se desarrolla un tipo de sexualidad un tanto grotesca (“¿Te gusta fuerte?”) que, por supuesto, es negada cuando aparecen los agentes de la censura. De hecho, creo que hay una dinámica o deseo sexual homoerótico muy soterrado de Kurt hacia Polo, precisamente un rasgo que no se representa tan literalmente, pero que queda como una muy probable sospecha por su relación como primos (debemos recordar que el tema del incesto es uno de los intereses más notorios de los directores latinoamericanos actuales, como se puede apreciar en las películas de Lucrecia Martel).

A mi gusto que Polo funcione como un ‘traumado’ y que esa sea toda la explicación de su conducta anormal me parece decepcionante. Es decir, que, en resumidas cuentas, Kurt desee golpear homosexuales para ‘corregirlos’ como una especie de venganza por lo que le sucedió en el pasado me parece una salida muy fácil. Precisamente donde se podía ganar complejidad para la discusión es donde más hace falta. Sin esa escena final del abuso en la infancia podría explicarse incluso mejor cuáles son los discursos que condicionan su proceder homofóbico: el discurso eclesiástico (“perdona mis pecados de juventud”), el discurso machista y su soterrado deseo homoerótico hacia Polo, aquello que lo atormenta y solo puede sublimar golpeando homosexuales, tal como Polo hace. Pero podríamos explorar también cómo funciona esa corrección desde el discurso machista normalizar: existen solo dos maneras de ser sujeto (hombres y mujeres), cualquier otra posibilidad constituye una anormalidad que debe ser corregida-censurada brutalmente. Muy similar al discurso militar-policial y al eclesiástico católico más tradicional: el hombre debe ser ‘macho’ y la mujer prácticamente una segundona obediente.

También quisiera comentar un antecedente de estas escenas de violencia contra homosexuales. Por ejemplo, en No se lo digas a nadie, tanto en la película como en la novela, aparece una golpiza brutal hacia un travesti. En buena cuenta, este corto parece desarrollar un poco más a fondo la homofobia más violenta que ya se presentaba en la película de Lombardi y en la novela de Bayly. Precisamente creo que este tipo de escenas deben conseguir más espacio dentro de las representaciones nacionales. Hasta donde sé, el autor del relato se ganó algunos agravios de parte de ciertos organismos que dicen luchar por los derechos de las minorías sexuales. A mí francamente este tipo de censura me parece patética, ¿por qué censurar este tipo de representaciones tan reales con la pretensión de hacer creer que la sociedad actual funciona como un feliz jardín de niños donde el mero optimismo hará que la vida sea como la pintan los imbéciles libros de Paulo Coelho? Creo que este tipo de representaciones ayudan a los que tenemos ojos más críticos y no vemos victimización en todos lados, incluso donde no la hay. Por el contrario, este tipo de representaciones pueden ayudar a que conozcamos mejor al enemigo, saber cómo piensa, qué lo condiciona; y, así mismo, denunciar la violencia homofóbica como un camino absurdo y brutal.

Mr. Suki-Fuckie

30 enero, 2012

Como habíamos quedado, te diré algunas cosas que seguramente no te gustarán. Pero primero las gracias. Gracias por los masajes, por dejarme compartir la cama contigo toda la noche, por considerarme valioso de esa extraña y casi suicida manera. Tú lo sabías antes de conocerme, te dije que tenía un carácter de mierda, ya estabas advertido de mis arranques. Pero también me he encariñado de una manera extraña, nada serio por supuesto, pero algo de cariño siento por ti. Debe ser esa dinámica sádica que el psicoanálisis explica en alguna de sus teorías sobre la pulsión de muerte: tú encajas como el masoquista y yo como el sádico. Creo que nuestra relación es eso, es una amistad con dinámica sadomasoquista. A pesar de que me hagas esos masajes ‘relajantes’ que me dejarán adoloridas las piernas por una semana (luego de un trip de 50 y pico kilómetros en bicicleta), o me hagas conocer a tus amigas-locas-ñañitas-proto-malcriadas-del-Trome, o que me tortures con tus canciones pop insoportables, a pesar de todo volví a visitarte. Tú me dices que soy tierno, que te gusta que te bese y te acaricie, pero no te das cuenta que en el fondo quiero lastimarte con una jugada a largo plazo, hacerte creer que estamos más cerca para luego alejarme más que antes, como esos gatos que juegan macabramente con sus presas antes de matarlas (o que las van matando poco a poco con sus juegos). Soy una mala persona.

Algo de cariño siento, pero no es para tanto. No me imagino con un chico voleibolista pasando mis tardes de viejo (“masca mis senos”) ni hablando contigo de los estudios subalternos aplicados al género testimonio en Latinoamérica. Te hablo sobre los Estudios Culturales y tú entiendes por ello todo lo contrario a lo que son. Me choca que ni siquiera entiendas mis post y que insistas en esa asfixiante y absurda dicotomía ente pasivo y activo (tajador y lápiz). La vida es más que eso, es más problemática que eso, tanto como estés listo para problematizarla. No me imagino encajando en tu grupo de amig@s ni hablando de las coreografías absurdas de sus poperas favoritas. Preferiría pegarme un tiro en la sien antes que hacer eso y adaptarme a esa vida. No sé cómo llegamos a congeniar esa vez que fui a tu casa. Tal vez me gusta tu físico (aunque me disgusten tus maneras) o tal vez seguía devastado emocionalmente (esa sensación extraña de tener todas las posibilidades y chances para empezar de nuevo, aunque sin cagarla y eligiendo correctamente, para que no haya de que arrepentirse en el futuro) y necesitaba no sentirme tan solo. Pero sí, definitivamente fue más que sexo. Soy como un ave migratoria que ha terminado en un nido ajeno, en donde ha sido atendido de sus heridas. Pero lo que no sabes es que ya soy fuerte de nuevo y que puedo devorarte por puro placer. Soy una persona indeseable para ti, te odio y te aprecio un poco al mismo tiempo. Lo mejor que podemos hacer, que puedo hacer, es quedarnos con los mensajes del Whatsapp, con el envío de las localizaciones y con la ilusión de que nos volveremos a ver, aunque por ahora no sienta ganas de hacerlo.

Por mi cuenta seguiré buscando, viendo y huyendo, huyendo como Stanley en La fiesta de cumpleaños. ¿De qué? Quién sabe de qué, solo haré kilómetros en la bicicleta, todos los kilómetros que pueda, para huir del tedio, de los chillidos de la gente que desprecio, del pasado, de todo aquello que no quiero ser, de ti. Ahora soy fuerte de nuevo y es mejor dejar las cosas así. Es el fin, es todo lo que quería decirte, suerte con los pretendientes.

El homosexual como sujeto sexual descontrolado

27 enero, 2012

Hace un rato, mientras revisaba en Facebook las actualizaciones del día, me topé con una noticia del MHOL sobre la presunta violación a un menor dentro de un albergue del Inabif. Si bien estoy de acuerdo en que toda justificación de un abuso es deplorable y sumamente perversa, en el caso de los gays este tipo de discursos señala también una tarea pendiente. Varios meses atrás, me pregunté si los homosexuales éramos más promiscuos y la conclusión fue afirmativa.

Sé que muchos dirán, y con razón, que los heterosexuales y bisexuales (o, en general, los que se consideran ‘no homosexuales’) también lo son. Es cierto, no es algo exclusivo de los homosexuales. Sin embargo, como esa vez, quiero ir un poco más allá. Sigo creyendo que, en el caso de los homosexuales, es sumamente problemático tener una imagen social emparentada con la promiscuidad; por ejemplo, hasta hace poco, un requisito para donar sangre en un hospital era no ser homosexual (o, dicho más suavemente, no haber mantenido relaciones sexuales con otros hombres). El problema de mantener una imagen social negativa es que la comunidad LGTB (en la cual me incluyo) requiere una mejor carta de presentación para legitimar sus derechos y su visibilidad. En el siglo XIX, por ejemplo, cuando se desarrollaban y sistematizaban las patologías, la homosexualidad era descrita en términos de falta de control o simple impulsividad por el sexo. Por ello, desde al menos el siglo XIX, el homosexual es construido como un sujeto sexual impulsivo, incapaz de controlar su sexualidad. De ahí que no sorprenda que en estos años, cuando un homosexual es abusado, aparezcan estos discursos perversos que intentan legitimar una violación: el antecedente es esa imagen del homosexual, el sujeto sexual peligroso por excelencia. Estos, qué duda cabe, también están en relación con la supuesta peligrosidad que representa un homosexual frente a un niño (el peligro del abuso del menor o de que lo ‘convierta’ en homosexual).

Pero no quiero irme por la tangente. Quiero recordar ese caso que sucedió hace un par de años, se trata de un estilista homosexual que fue violado en una comisaría: hasta donde se supo, dos agentes le introdujeron por el ano la vara reglamentaria, lo que ocasionó una serie de trastornos fisiológicos en el recto. La justificación de los efectivos, qué sorpresa, fue que el estilista se lo había buscado, que de alguna manera él lo deseaba. A mí me resulta fuerte e injusto, y me cuesta creer una versión como esa, pero al mismo tiempo pienso en los condicionamientos discursivos de una sociedad tan homofóbica como la peruana.

Muchos tontos útiles creen que cuando salen a cacarear en sus Marchas del Orgullo, especialmente vestidos de putas y bataclanas, se vuelven ‘visibles’ ante una sociedad que los margina y los oculta. Nada más absurdo: el gay como sujeto sexual que no puede contenerse (un desesperado por sexo, como en el caso del Padre Maritín frente y su ‘marido’ en El Especial del Humor) está presente en todos los medios, a veces incluso en el horario familiar, a la hora del almuerzo. Es falso que esa imagen de homosexual sea ocultada; por el contrario, existe todo el tiempo, funciona desde los medios masivos para condicionar una visión negativa del homosexual. El mecanismo es claro: si el homosexual existe, tiene que ser así, una loca descontrolada y hambrienta de sexo, graciosa o peligrosa, patológica, absurda. Por ello, cuando un homosexual en la Marcha se presenta como un sujeto sexual con su indumentaria, no hace más que reafirmar el discurso homofóbico cotidiano, ese que precisamente nos margina a todos.

No quiero terminar este texto sin mencionarles una anécdota que me sucedió también el día de hoy, casi en paralelo cuando revisaba las declaraciones del presidente del MHOL en RPP. Hace unos días me creé una cuenta en una conocida página de contactos gay; mi perfil, que no tiene mucho de sexual, recibe algunos mensajes, como es normal con cualquier perfil. Sin embargo, el día de hoy, uno me llamó poderosamente la atención. Dice así:

 hola como estas? soy XXXXXXX de surco tengo 25 años soy pasivo varonil, aguantador, delgado, formado, buen culo, estrechito… estoy super arrecho deseando tu pinga en mi boca para sacarle la lecha hasta la ultima gota y que me rompas todito… no busco compromisos de por medio solo sexo… tienes msn?

Cuando me pasan estas cosas, me queda una sensación de encrucijada: por un lado, el presidente del MHOL dice, y con razón, que toda justificación de abuso es deplorable y perversa; por el otro, un chico gay como cualquier otro, sin conocer siquiera mi nombre, me ofrece sexo de la manera más fácil, como si me ofreciera más bien unas piezas de pollo de KFC. Lo más peligroso de hacer reclamos justos no es que no se atiendan esos reclamos, sino olvidar los problemas de casa. Si existen estas justificaciones perversas con respecto a los abusos, es porque la sociedad tiene esos discursos justificadores que nos disciplinan y condicionan. Entonces, como decía, lo peor no es que el abusador quede impune, sino que el bando de los abusados interiorice ese discurso justificador del abuso. Más claro: lo peor es que los homosexuales crean que, efectivamente, no son más que sujetos sexuales descontrolados y que, a la larga, un abuso contra ellos (nosotros) no es más que una consecuencia de ser homosexuales (sujetos sexuales sin control). Si algo queda claro para mí es que debe haber una actitud de resistencia: la sociedad puede decir que somos monstruos o degenerados sexuales, pero el reto está en demostrar que esas son falsedades.

Si les interesa el tema, también escribí sobre la publicidad sexual gay y una muy fuerte sobre el masoquismo en los homosexuales.