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Lady Gaga: la mercancía de la «transgresión»

25 octubre, 2010

Desde el saque no voy a negar dos cosas: detesto la música y las performances de Lady Gaga, en realidad todo lo que ella representa, pero también debo reconocer que, como es propio del pop efectivo, la melodía se te queda pegada como un chicle en el cerebro, al punto que terminas dándole vueltas y vueltas en silencio. Dicho esto, empiezo a descargar la artillería.

El pop es música hecha para el consumo masivo e inmediato, destinada a ser agradable para las masas, sin necesidad de que tengas que procesarla (ni siquiera es necesario enterarte de qué dice, mientras suena «bonito» todo bien). Quizá la primera etapa de los Beatles en la década de los 60 sea el inicio de esas letras melosas y cursis que tanto furor consiguieron en todo el mundo, pero seamos justos y pensemos que la segunda etapa de los Beatles (en la que la experimentación y la búsqueda de nuevos sonidos los llevaron a declarar su música como «irrepresentable» en un escenario) es todavía más relevante para cualquier aficionado o para la historia de la música en general. Hay otros ejemplos de pop interesante y no tan limitado que me agradan, como Queen y especialmente su vocalista Freddy Mercury, cuyas performances y la potencia de su voz dieron un carisma especial a su banda, del mismo modo que dejaron una influencia enorme que en la mayoría de casos más bien se ha prostituido.

Yo diría que la prostitución del pop se dio plenamente en los 90. Por citar algunos ejemplos, con Backstreet Boys, Britney Spears o N’Sync: grupos o solistas claramente fabricados por un productor ambicioso y con suficientes contactos como para hacerlos (y hacerse) millonarios. Creo que en buena cuenta Madonna es otro ejemplo de un muy moderado talento combinado con grandes (masivas) dosis de publicidad. Lo que podríamos decir que comparten estos grupos y solistas es un talento en buena cuenta limitado, junto con todas las herramientas mediáticas y publicitarias para convertirlos en estrellas. Ya, bacán, hasta ahí no he dicho nada nuevo, eso lo sabemos todos.

¿Pero cómo funcionan los mecanismos mediáticos? Creo que se trata de la fabricación de gustos o de costumbres de consumo. Pensemos en Madonna como la transgresión hecha mujer (en su época era un escándalo romper la foto del Papa o, en general, atacar a la Iglesia Católica). Hoy en día eso me parece que solo genera escándalos en un país cucufato como el Perú. El asunto es que, más allá de la modesta capacidad artística de Madonna, hay un gran aparato publicitario que la ha presentado al público consumidor como «una mujer que transgrede todo» y de la cual «se podría esperar cualquier cosa». Lo puedo decir más fácil: ser «rebelde», «transgresor» y «desobediente» vende, pero mirando con más detenimiento esto se queda en la pura apariencia, en la pura fabricación para darle en la yema del gusto a la gente que está ansiosa por inmolarse de su conformista y patética vida, subyugada por la rutina, por el disciplinamiento, por el control.

Lady Gaga representa una supuesta transgresión de ese disciplinamiento, pero esa «transgresión» es pura cáscara, sumamente limitada y oculta un mecanismo comercial enorme cuyo guión está bien establecido, del cual no es tan lícito salirse. ¿Qué es más comercial que jurarse rebelde, transgresor? Las letras de Lady Gaga son vacías e inarticuladas, sus videoclips están llenos de close-ups y escenas dispersas, sin ninguna relación, y su gusto por la ropa extravagante impacta, pero no hace más. La idea es esta: eres rebelde si usas ropa extravagante, eres rebelde si colocas strippers y montas escenas de vuelo erótico. Eso no tiene nada de novedoso, me parece que es una especie de intensificación de la estrategia comercial. Si Britney Spears era la niña inocente que podía convertirse en perra en cualquier momento, Lady Gaga es el bicho exótico y mordaz que puede desafiar todo. No es la primera ni mucho menos, en la época de Stripped Christina Aguilera intentó la misma estrategia y tuvo resultados.

¿Pero por qué es supuesta esa «transgresión»? Lo primero es sintomático: no deja de agradar y deleitar esa «transgresión», en el fondo eso es lo que podríamos esperar que haga un personaje tan excéntrico, nos gusta, nos encanta; sin embargo, no es una transgresión en sí, no es una transgresión de verdad, pues en ese caso nos resultaría realmente chocante y desagradable, es decir, ya no sería la mercancía de la lógica comercial. Como dije líneas arriba, es pura cáscara, es una aparente transgresión porque no deja de estar dentro de la lógica del mercado, de lo esperable, de lo agradable, de lo que se puede (y debe) hacer para vender.

No, estimados, no hay nada más allá de esa cáscara. Solamente música arreglada en el estudio de grabación, sintetizadores y efectos por doquier, letras mediocres y disfraces, disfraces excéntricos por todos lados. Eso es Lady Gaga: un centro convencionalmente comercial disfrazado de rebelde. Uno más. Música para pasar el rato, para el consumo inmediato, robotización del gusto. Música que en unos cuantos años no será nada importante. Ya sabemos cómo terminó Britney Spears y los grupetes pop que surgieron para un instante fugaz. Ahora queda del lado de los receptores decidir si serán una marioneta más de productores ambiciosos.

Yo la verdad no tengo demasiadas esperanzas. Esperemos que la música que venga (después que esta pase de moda) sea menos absurda.