El mito de la familia tradicional


En los últimos días se invoca a la “familia tradicional” debido al terror que produce, en algunas mentes conservadoras, la idea de la unión civil entre personas del mismo sexo. Esto se debe a que la unión civil es vista como el primer paso para la adopción que se lograría, posteriormente, con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo que voy a decirles en este post no cancela el debate sobre la adopción, pero sí destruye uno de los argumentos más fuertes que utilizan los que se oponen a la adopción: la familia tradicional.

La familia tradicional (compuesta por padre, madre e hijos) es una idea fundamental para religiones como la católica, que creen que esta combinación fue establecida por dios o, peor aun, por la naturaleza. A los que tuvimos la mala suerte de estudiar en colegios católicos nos han hecho creer que este tipo de familia es el modelo; es decir, no solo el tipo mayoritario de familia, sino también el correcto, pues suponía el funcionamiento sano del orden social. En ambos casos, se trata de mentiras.

En Estados Unidos, donde el mito de la familia tradicional (o familia americana) alcanza adhesiones demagógicamente impresionantes, hay políticos que han sabido utilizar esta mentira para lograr sus objetivos. George W. Bush, durante la campaña electoral para su reelección, se proclamó como un representante de la “familia americana”, la cual, de acuerdo con él, sostenía el orden social de su país. Lo cierto es que la familia americana como mayoría abrumadora (o paradigma) siempre ha sido un mito. Recuerdo uno de los episodios de Penn & Teller: Bullshit!, dedicado específicamente a este tema, en el cual una historiadora y una socióloga especializadas en Estudios de la Familia afirmaban que, estadísticamente, la familia tradicional siempre bordeó más o menos el 50% del total de las familias americanas (con una tendencia a la baja en las últimas décadas). Por lo tanto, el gran paradigma de la familia tradicional, en Estados Unidos, es un mito muy arraigado, una ficción tan eficientemente construida que, si no fuera por la estadística, seguiría sonando extraña.

¿Qué hay del Perú?

En Limpias y modernas: género, higiene y cultura en la Lima del novecientos (1999), el minucioso estudio sobre el rol ordenador de los médicos y las mujeres de Lima en el siglo XIX, María Emma Mannarelli hace referencia a los porcentajes de los hijos dentro y fuera del matrimonio, entendiendo a los primeros como parte de familias tradicionales y a los segundos como parte de familias no tradicionales. El resultado, que ya escandalizaba a los curas y las autoridades de la época, es incluso mayor que en Estados Unidos: las familias no tradicionales alcanzan unos puntos sobre el 50%, que en algunos momentos llega a 60%. Si esa era la cifra en la capital, imaginemos cuánto se dispararían los resultados en provincia, donde la institucionalidad era menor. De hecho, era una preocupación pública la baja tasa de matrimonios, pues prejuiciosamente suponía un país enfermo, débil, etc. Con todo esto, podemos decir que en este país, desde que se empezó a llamar “Perú”, las familias tradicionales nunca fueron la mayoría. Y esto desencadena una serie de cuestionamientos a las ideas conservadoras que, para variar, hoy vuelven a salir a la luz.

Pero antes de ello, veamos a qué nos referimos con familias no tradicionales. En realidad, es simple, solo hay que negar el mito: madres o padres solteros, huérfanos en instituciones, padres con hijos adoptados, hijos criados por otros familiares (abuelos, tíos, hermanos) y, más recientemente, familias con dos padres o con dos madres. Como podemos notar desde el principio, siempre ha habido niños que no han crecido en hogares “ideales” (con papá y mamá); sin embargo, para sorpresa de los conservadores, no vemos variables en la salud o la conducta de estas personas: ni más locos, ni más delincuentes, ni más desadaptados. Ni más ni menos infelices si los comparamos con las familias tradicionales. ¿Acaso la sociedad se fue al diablo cuando las familias tradicionales dejaron de ser la mayoría (si es que en algún momento realmente lo fueron)? Obviamente el mundo no se acabó. Lo vergonzoso es el estigma que muchos conservadores proyectaron y proyectan aún sobre los hijos de familias no tradicionales. Un ejemplo pequeño: pienso en todos esos colegios católicos en los que, inclusive hoy, no aceptan a hijos de padres divorciados o a los hijos de padres que no tienen certificado de matrimonio religioso, como si eso los hiciera mejores personas o los dotara de mayores capacidades como estudiantes. Sencillamente ridículo y prejuicioso.

Ahora bien, a pesar de todo, estos hijos estigmatizados por provenir de familias no tradicionales no han sufrido trastornos emocionales generacionales; al contrario, rápidamente han demostrado ser tan o más capaces y aptos que sus pares. La sociedad se ha adaptado. Hace unos 40 años un hijo de padres divorciados era mal visto en su colegio. Hoy en día, es lo más común del mundo. Fue similar con los huérfanos de uno o dos padres, pues en nuestros días nadie se jala de los pelos por algo así. Esto lo digo porque he leído, incluso en blogs de gays, que si se diera la adopción de niños, esto les produciría un terrible “daño emocional”. Es un argumento sumamente limitado, pues, si nos damos cuenta, toda combinación diferente a la de la familia tradicional tiene un estigma. Ahora bien, ¿se acabó el mundo? Primero eran estigmatizados los hijos huérfanos, luego los hijos de madres solteras, después los hijos de padres divorciados. Tocará que sean los hijos de parejas homosexuales, pero no será el fin del mundo; no habrá un choque emocional que los inhabilite como personas o los vuelva desadaptados. De hecho, los resultados en los países donde se aprobó la adopción descarta la tan temida desadaptación o el “daño emocional”. Creo que no es la presencia de los elementos los que aseguran la felicidad de un hijo; quizá esto es lo más interesante que podemos aprender al comparar a los hijos de las familias tradicionales y las no tradicionales.

¿Una familia tradicional asegura la felicidad de un hijo? Definitivamente no asegura la felicidad, pero tampoco la infelicidad. Muchos hijos de las familias procreadoras son abandonados o maltratados, así como otros también son bien cuidados y tratados. En el caso de las familias no tradicionales, los resultados no varían con respecto a las familias tradicionales. En muchas familias tradicionales hay hijos no deseados que son percibidos por sus padres como motivo de su frustración. La pregunta es evidente: ¿acaso la naturaleza (la procreación) ha asegurado la felicidad de los hijos? Una vez más, personas como el cardenal Cipriani repiten frases inverosímiles.

Con todo esto podemos desenmascarar a los autoproclamados portavoces del orden social, aquellos que se basan en un “dios” (que habla de acuerdo con sus deseos) y en el mito de la familia tradicional, que es solo eso, un mito que ha representado injusticia y marginación. El mundo no se ha terminado ni ha habido una debacle social por la existencia de familias no tradicionales, pues las tradicionales nunca han supuesto en cantidad un margen superior. Aquellos que quieren tener un solo modelo y negar la diversidad (una práctica fascista, por cierto) se aferran a sus mentiras, a pesar de que se caen por pedazos. Las sociedades cambian y las familias no tienen una fórmula que asegure la felicidad o la infelicidad. Es hora de hablar claro y sacarnos la venda de los ojos, de dejarnos de mentiras y de enfrentar con argumentos a aquellos que sostienen discursos falsos y nocivos para una sociedad que necesita aprender a respetar la diversidad.

A modo de provocación, les dejo el episodio de Penn & Teller: Bullshit! titulado “Valores familiares”. Aunque no siempre estoy de acuerdo con la postura de este programa, en este caso resulta sumamente ilustrativo y gracioso hacer un repaso por la idea de “familia americana”. Lamentablemente, no conseguí una versión en español. Clic en la imagen para ver el video.

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-La imagen de la familia tradicional fue sacada de
http://catolicoygay.blogspot.com/2010/10/apoyo-la-familia-tradicional.html
-La imagen de la familia no tradicional fue sacada de
http://enriquetorremolina.wordpress.com/2009/11/02/caleidoscopio-jurisdiccion-eclesiastica-ii/

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4 respuestas to “El mito de la familia tradicional”

  1. mario luis Says:

    jejejeje

  2. mario luis Says:

    de hecho,nuestra sociedad»moralista» aun no asimila el hecho de que la union civil de personas del mismo sexo ,pero el tema esta tan sonado que solo les queda aceptar que el peru sera el siguiente pais en adoptar esa ley.Y ahora un nuevo dolor de cabeza sera ver a parejas gays adoptar niños,jejeje wow ,hay mucho por recorrer aun..de todos modos me compadezco de estos retrogradas

    • Martín Fierro Says:

      Todo parece indicar que sí, aunque Keiko, Castañeda y PPK plantean no la unión civil, sino una especie de contrato de bienes, que no es lo mismo que la unión civil que propone Toledo. Solo Toledo, Rodríguez Cuadros y Humala se la están jugando por la unión civil o por el matrimonio (con adopción).
      Creo que tienes razón en señalar de moralista a esta sociedad y, de hecho, no va a ser instantáneo borrar sus prejuicios, pero creo que lentamente esto irá cambiando, las nuevas generaciones tendrán esquemas mentales diferentes a los nuestros y continuarán con el trabajo que hoy estamos empezando. Espero que suceda lo que dices, sería un gran paso que el Perú legalice las uniones entre personas del mismo sexo. Lo de la adopción creo que aún es una lucha que va a demorar más, es a futuro, pero de todas formas con la unión civil avanzamos siglos en el reconocimiento.
      Gracias por comentar.

  3. Empieza la nueva temporada « SinPlumas.com Says:

    […] El mito de la familia tradicional es un ataque directo a los ingenuos que creen que el mundo se va a acabar por el predominio de las […]

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